Brain Rot (o Podredumbre Cerebral): Cómo el Consumo Digital sin Control Está Moldeando (y Empobreciendo) Nuestra Mente

Qué es el brain rot y por qué preocupa a los expertos?

¿Te ha pasado que agarrás el celular “solo un ratito” para relajarte y, sin darte cuenta, pasó una hora deslizando la pantalla sin rumbo, sin recordar apenas nada de lo que viste? ¿Cuando tomas cualquier transporte público lo primero que haces es sacar el teléfono para entrar en Instagram, TikTok o X? ¿Te sientas en una cafetería o restaurante y pasas el tiempo mirando información superficial en tu pantalla en lugar de conectar con el entorno o sumergirte en tus propios pensamientos? ¿Te quedas dormido/a con el celular en la mano?

Este hábito de consumir contenido digital de manera automática y sin conciencia, como si estuviéramos en «piloto automático», es tan común que tiene su propio nombre: “brain rot”. En 2024, el término brain rot (que se puede traducir como empobrecimiento o putrefacción cerebral) fue elegido como la palabra del año por la Oxford University Press. Este fenómeno alude al embotamiento mental e intelectual provocado por el consumo excesivo de contenido digital trivial, que, por lo que se está estudiando, podría tener graves consecuencias en nuestra salud mental a largo plazo, entre ellas una disminución considerable en la capacidad de concentración, de memoria, de motivación, de pensamiento crítico y del rendimiento cognitivo en general.

 

El piloto automático digital: gratificación inmediata y dopamina

El brain rot está claramente asociado con las consecuencias de la búsqueda de gratificación instantánea. La sensación de satisfacción que recibimos scrolleando es una recompensa que, como bien sabemos, produce un exceso del neurotransmisor dopamina, lo que produce una conducta adictiva hacia el estímulo que nos da placer inmediato y dificulta que podamos llevar a cabo tareas más complejas que requieran más tiempo, esfuerzo y concentración. En última instancia, este aletargamiento y sobrecarga mental debidos al acceso constante de información superflua estaría repercutiendo en nuestras actividades cotidianas, tanto laborales como sociales y de recreación, lo que afecta nuestra capacidad de producir y colaborar, interaccionar socialmente, compartir actividades de tiempo libre, o de reflexionar grupalmente de manera presencial.

Al fin y al cabo, la mayor parte de las plataformas digitales están hechas para promover el consumo. Los algoritmos “conocen” los intereses de los usuarios y hace que éstos tengan cada vez más “adicción” por ciertos contenidos, especialmente en las personas más vulnerables, por ejemplo los adolescentes, cuya corteza prefrontal, como sabemos, no está del todo desarrollada, y son más propensos a no poder autorregularse y perder el control sobre el uso de videojuegos, apuestas on line, o redes sociales.

 

Consecuencias cognitivas y sociales del consumo trivial

La conexión entre el uso excesivo de ciertas plataformas y el aumento de ansiedad, depresión, baja autoestima y estrés está siendo ampliamente estudiado. Por una parte, hoy día queremos hacer la mayor cantidad de cosas en el menor tiempo posible, pero por otra pasamos horas viendo en nuestras pantallas falsas realidades de vidas soñadas, dietas perfectas, moda de vanguardia, o cuerpos esculpidos “sin apenas esfuerzo”. La necesidad constante de conectar, sentir emociones intensas, escapar de la rutina o evadir los problemas cotidianos nos atrapa en una obsesión que nos desconecta progresivamente del mundo real y nos da una sensación de vacío.

La falta de estimulación intelectual que gran parte de la sociedad atraviesa hoy día debido al contenido digital superficial no sólo tiene consecuencias individuales, sino también en el ámbito educativo y cultural global. Estamos sumergidos en una vorágine de inmediatez de imágenes, videos cortos, noticias rápidas y falsos discursos, y esto no sólo afecta a los adultos sino a las generaciones que vienen. Si como adultos somos consumidores constantes de material digital instantáneo y efímero, si los libros acumulan polvo en nuestra biblioteca, si una película de dos horas y media ahora nos parece larga y aburrida, no podemos esperar que nuestros hijos no reproduzcan nuestro mismo comportamiento. Leer y estudiar son hábitos que hay que entrenar, que requieren paciencia y concentración, mientras que entrar en redes sociales es mucho más fácil. De ahí que a los estudiantes les cueste cada vez más mantener la atención en el aula ante estímulos estáticos que requieren procesamiento profundo, como un docente, un texto, o una proyección.

 

Niñez, adolescencia y pantallas: una combinación crítica

Actualmente hay datos que indican que los niños de 5 a 7 años pasan una media de tres horas y media al día delante de las pantallas. Se sabe además que este número aumenta con el crecimiento, de forma que los adolescentes llegan a utilizar unas siete horas al día sus dispositivos, y los adultos de entre 18 y 24 años, hasta nueve horas al día.

Como ya hemos mencionado en artículos previos, la exposición excesiva a estímulos digitales en la infancia y adolescencia puede interferir con el desarrollo adecuado de:

  • habilidades sociales,
  • cognitivas,
  • ejecutivas
  • y emocionales.

En estas etapas tan críticas del desarrollo, exponerse a pantallas durante largos períodos puede repercutir en dificultades en el desarrollo de la atención, del lenguaje y de las relaciones interpersonales, además de tener potenciales efectos negativos en el sueño y la regulación emocional. Pero hoy día los déficits del desarrollo ejecutivo debido al consumo excesivo de contenidos digitales no se producen sólo en la niñez, sino que también se refleja en los adultos, por ejemplo en su capacidad de resolución de problemas, de planificación o de toma de decisiones, y, como indicamos al principio de este artículo, en su salud mental.

 

Conclusión

Debemos recuperar el control de nuestro tiempo y decidir conscientemente a qué vale la pena dedicar nuestra atención, sin permitir que una plataforma digital ó un algoritmo ganen la batalla. Practicar el autocontrol de forma que, poco a poco, podamos limitar el tiempo de uso de pantallas, borrar aplicaciones, silenciar notificaciones, es un objetivo clave que no sólo nos beneficia a nosotros, sino también a nuestros hijos. Al hacerlo, les enseñamos a administrar sus tiempos, a realizar más actividades en familia fuera del mundo digital y a ser conscientes de lo que nos rodea, del otro, de una realidad que no queremos ni debemos perdernos.





 

Bibliografía:

Cómo citar esta publicación: Sanz Blasco, S. (2025). Brain Rot (o Podredumbre Cerebral): Cómo el Consumo Digital sin Control Está Moldeando (y Empobreciendo) Nuestra Mente. Asociación Educar para el Desarrollo Humano. www.asociacioneducar.com/blog//brain-rot-o-podredumbre-cerebral-como-el-consumo-digital-sin-control-esta-moldeando-y-empobreciendo-nuestra-mente/
https://bicyt.conicet.gov.ar/fichas/p/sara-isabel-sanz-blasco
Investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones Farmacológicas (ININFA) de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, su proyecto actual se centra en evaluar la influencia de diversos factores psicosociales y educativos en el desarrollo ejecutivo y social, así como en los niveles de cortisol en niños con trastorno del espectro autista. Realizó un posdoctorado en el Neuroscience and Aging Research Center del Instituto Sanford Burnham Prebys, en San Diego, California. Es Doctora en Fisiología por el Instituto de Biología y Genética Molecular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid. Además, es Licenciada en Ciencias Químicas, titulada en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valladolid. Autora y coautora de más de 20 publicaciones científicas.