Criar con WiFi y Corazón: Claves para Acompañar a Nuestros Hijos en la Era Digital

Vivimos tiempos complejos, fascinantes y profundamente desafiantes. Como directora de un colegio tecnológico, madre de gemelas y educadora apasionada por las neurociencias, me enfrento a diario con una gran pregunta de las familias: ¿cómo criamos hijos sanos, creativos y críticos en un mundo saturado de pantallas?

Personalmente creo que no se trata de prohibir, tampoco de mirar para otro lado sino que la clave es acompañar. Estamos ante una generación que nació digital: sus cerebros, sus hábitos y su forma de entender el mundo están marcados por la inmediatez, las imágenes digitales y la conexión constante.

 

Nativos digitales vs. inmigrantes digitales

Tal como señala Prensky (2001), nuestros hijos son “nativos digitales”, es decir, nacieron inmersos en un entorno tecnológico y lo incorporaron de forma natural, intuitiva y cotidiana. Para ellos, la tecnología no es una herramienta externa sino parte de su ambiente vital, como lo fueron para nosotros la radio, el walkman, el discman o el teléfono fijo.

Ellos navegan en pantallas táctiles desde edades tempranas, interactúan con asistentes de voz sin esfuerzo y muchas veces se comunican más por memes o emojis que por palabras. Este entorno modifica profundamente su forma de aprender, socializar y procesar la información. Están acostumbrados a la inmediatez, a los estímulos múltiples y a la resolución rápida de problemas, pero a veces tienen menor tolerancia a la espera, los errores, la frustración o la desconexión.

En cambio, los adultos somos “inmigrantes digitales”: aprendimos a usar la tecnología en la adolescencia o la adultez, a menudo por necesidad más que por juego o interés genuino. Nos adaptamos a un nuevo lenguaje digital que no siempre nos resulta natural y, a veces, lo hacemos desde el miedo o la desconfianza. Esta diferencia generacional puede generar tensiones en la crianza: padres que no comprenden el valor de ciertos juegos, que subestiman los vínculos digitales o que se angustian por no poder controlar cada acción en línea.

Pero esto también representa una gran ventaja: al reconocer estas diferencias, podemos tender puentes. No se trata de competir con nuestros hijos en habilidades digitales, sino de acompañarlos desde otro lugar: el de la experiencia, el juicio crítico y el afecto. Criar en la era digital implica aceptar que no somos expertos en su mundo, pero sí podemos ser referentes emocionales que guíen con empatía y criterio y que además aprendamos de ellos.

 

Esta diferencia o gran oportunidad nos permite ser una “generación intermedia”

Nacidos en un mundo analógico y adaptados a uno digital y nos coloca en un lugar estratégico ya que nos permite comprender los códigos del pasado y, a la vez, aprender los del presente.

Esta doble perspectiva nos permite ser puentes entre dos mundos: el de la infancia conectada y el de la experiencia reflexiva. Acompañar no implica saber más de tecnología que nuestros hijos, sino ser figuras estables y disponibles emocionalmente, capaces de poner en palabras lo que ellos muchas veces no pueden:

  • frustraciones,
  • hiperconexión,
  • ansiedad
  • o la necesidad de desconectarse y aun así sentirse acompañados.
 

El rol del adulto significativo y la regulación emocional

Como afirma Catherine L’Ecuyer (2019), “el adulto significativo es quien da sentido a la experiencia del niño”. Y esto también aplica en el mundo digital. No se trata de conocer cada app o plataforma, sino de darle un marco emocional, ético y humano a lo que los niños viven a través de las pantallas.

Es nuestra tarea como adultos poner límites saludables, ayudar a interpretar lo que ven y sienten, y estar disponibles para conversar acerca de lo que les preocupa. La neurociencia ha demostrado que el cerebro de un niño se regula a través del vínculo afectivo con sus figuras de apego. Cuando un adulto acompaña con calma, claridad y coherencia, le ofrece al niño un entorno previsible y seguro, incluso en el caos digital.

Daniel Siegel y Tina Bryson (2018) explican que los niños desarrollan un “cerebro integrado” cuando viven experiencias donde hay estructura y conexión emocional al mismo tiempo. Por eso, los límites no son castigos ni desconexiones abruptas, sino marcos que protegen y organizan. Limitar el tiempo de uso, elegir con ellos las aplicaciones, pactar horarios, y enseñarles a descansar del mundo digital son formas concretas de construir puentes seguros entre generaciones. No es necesario estar 100% actualizados en la nueva tecnología; lo esencial es estar emocionalmente presentes y disponibles para guiar y acompañar con criterio, empatía y amor.

 

Tecnología como herramienta, no como enemigo

Cada vez más escuelas del siglo XXI están entendiendo que la tecnología no es una amenaza, sino una herramienta poderosa para potenciar el aprendizaje. En lugar de limitarse a enseñar contenidos, estas instituciones adoptan una mirada integradora, donde la programación, la inteligencia artificial, el diseño digital y la creación de podcast o videojuegos se incorporan como lenguajes contemporáneos que preparan a los estudiantes para el mundo real.

Este enfoque se aleja del consumo pasivo y apunta a formar creadores activos, capaces de transformar la información en conocimiento significativo. Como afirma Mitch Resnick (2017), del MIT Media Lab, la creatividad digital florece cuando los niños tienen libertad para explorar con pasión, colaborar con otros y desarrollar proyectos con propósito. No se trata simplemente de “usar pantallas buenas”, sino de enseñar a elegir, combinar, reflexionar y construir con sentido.

Esta visión también se alinea con los marcos propuestos por organismos internacionales y políticas nacionales. Por ejemplo, el documento de la UNESCO (2021) sobre Competencias Digitales para Docentes resalta que las escuelas deben preparar a los estudiantes para desenvolverse en un mundo cambiante, donde la alfabetización digital es tan esencial como la lectoescritura tradicional.

A su vez, los lineamientos del Ministerio de Educación de Argentina promueven la inclusión de la ciudadanía digital como contenido transversal, entendida como la capacidad de participar en entornos digitales de forma segura, ética, crítica y creativa.

 

Las escuelas que se adaptan con inteligencia

Comprenden que la alfabetización ya no es solo leer y escribir, sino también navegar, codificar, comunicar, colaborar y pensar críticamente en entornos digitales. La integración tecnológica, cuando se combina con estrategias pedagógicas sólidas y límites bien definidos en cuanto a su buen uso, puede generar experiencias de aprendizaje más profundas, motivadoras y transformadoras.

 

Todas las familias enfrentamos el desafío cotidiano de cómo equilibrar el uso de la tecnología en nuestros hogares

Diariamente escucho a padres y madres expresando con frecuencia sentimientos de culpa, confusión o agotamiento: «¿Estoy haciendo bien en dejarle el celular un rato?», «¿Le estoy poniendo demasiados límites o muy pocos?», «¿Cómo puedo acompañar sin pelear todo el tiempo?». Estas preguntas son comunes, válidas y revelan una necesidad urgente de orientación y contención en esta era hiperconectada.

La realidad es que la tecnología se ha convertido, muchas veces, en una “niñera virtual”, presente en las comidas, los viajes en auto, los momentos de aburrimiento, angustia o diversión . Y si bien esto puede ofrecer un alivio momentáneo, no reemplaza el rol insustituible del adulto presente y disponible emocionalmente.

Los niños desarrollan un cerebro seguro y equilibrado cuando conviven con límites firmes y afecto consistente, Siegel y Bryson (2018) . Es decir, necesitan saber qué está permitido y que no, pero también necesitan sentir que pueden explorar y aprender en un entorno cuidado.

Desde mi lugar como madre y como educadora, reconozco que poner límites no siempre es cómodo, pero es profundamente necesario. No se trata de controlar cada acción ni de prohibirlo todo, sino de:

  • crear rutinas predecibles,
  • establecer acuerdos familiares claros
  • y conversar diariamente sobre lo que viven en el mundo digital.

Establecer acuerdos y límites claros son una forma de dar cuidado y amor. Decir «no» a un juego con una app a la hora de dormir o «sí» a media hora de creatividad en Canva puede parecer pequeño, pero está construyendo criterios, fortaleciendo vínculos y formando futuros adultos capaces de autorregularse.

Los límites en el hogar, brindan estructura, seguridad y sentido. En un mundo donde todo parece inmediato y desbordante, el hogar es ese espacio donde los hijos aprenden a pausar, discernir y elegir con responsabilidad. Las familias que se animan a poner la palabra, a acompañar con firmeza amorosa, están sembrando mucho más que una buena relación con la tecnología: están formando ciudadanos críticos, sensibles y emocionalmente disponibles.

El mayor regalo que podemos ofrecerles a nuestros hijos no es una app de moda ni el celular más avanzado del mercado. Es, sin dudas, la capacidad de pensar por sí mismos, de hacerse preguntas, de detenerse a reflexionar antes de reaccionar. En un mundo saturado de datos, imágenes y estímulos, la capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso, entre lo útil y lo tóxico, entre lo que suma y lo que agobia, es una herramienta vital para el bienestar emocional y cognitivo.

 

Formar pensamiento crítico en tiempos digitales

Como advierten Odgers y Jensen (2020), los entornos digitales pueden amplificar tanto los recursos como las vulnerabilidades. En la niñez y adolescencia, en particular, la exposición constante a redes sociales y a modelos inalcanzables puede alterar la autoimagen, generar ansiedad y erosionar la autoestima. Por eso, la educación digital no puede reducirse a saber usar un dispositivo, sino a formar con criterio, ética y pensamiento crítico.

Una estrategia concreta para acompañar este proceso es enseñar a los chicos a verificar la información que consumen. Explorar esto juntos como familia no solo promueve habilidades digitales, sino que fortalece el vínculo desde la curiosidad compartida. Herramientas como el Detector de Fake News de Google (Fact Check Explorer) son excelentes aliadas: permiten buscar si una afirmación que circula en redes o medios ya fue chequeada por alguna fuente confiable.

 

Conclusión

En definitiva, si como adultos promovemos espacios de diálogo abierto, reflexión constante y uso inteligente de la tecnología, tanto en casa como en la escuela, estaremos reduciendo riesgos y, al mismo tiempo, potenciando lo mejor de cada herramienta.

Criar en la era digital no significa tener todas las respuestas, sino animarse a caminar al lado de nuestros hijos, guiándolos con criterio, con ternura y con la firme convicción de que el pensamiento crítico es una forma profunda de amor.

La crianza actual no busca recetas mágicas, sino una mirada amplia y amorosa. Se trata de humanizar la tecnología y tecnificar la humanidad: usar las herramientas del presente con los valores de siempre.

Desde mi lugar como directora, docente, formadora y madre, creo firmemente que es posible criar niños y adolescentes conectados, pero no consumidos por la tecnología. Creativos, pero también críticos. Libres, pero acompañados. Creo que la clave está en utilizar la tecnología con sentido y como una herramienta útil, y acompañar la crianza con presencia.

 

Para profundizar tus conocimientos en este campo

Cerebro, Tecnología y Crianza: Estrategias para el Desarrollo Integral de tus Hijos. Este curso brinda herramientas prácticas y conocimiento basado en neurociencia para criar hijos sanos, seguros y preparados para enfrentar los desafíos del mundo digital.




 

Referencias:

  • L’Ecuyer, C. (2019). Conversaciones con mi maestra: Para una educación emocional y con sentido. Editorial Ariel.

  • Odgers, C. L., & Jensen, M. R. (2020). Adolescent mental health in the digital age: Facts, fears, and future directions. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 61(3), 336–348. https://doi.org/10.1111/jcpp.13190

  • Prensky, M. (2001). Digital Natives, Digital Immigrants. On the Horizon, 9(5), 1–6. https://doi.org/10.1108/10748120110424816

  • Siegel, D. J., & Bryson, T. P. (2018). The yes brain: How to cultivate courage, curiosity, and resilience in your child. Bantam Books.

  • UNESCO. (2021). Competency Framework for Teachers in Latin America and the Caribbean: Digital Competency Standards. https://unesdoc.unesco.org

  • UNICEF. (2019). Growing up online: Addressing the social and health impacts of online behaviour in children and young people. https://www.unicef.org

Cómo citar esta publicación: Lorenzo, S. (2025). Criar con WiFi y Corazón: Claves para Acompañar a Nuestros Hijos en la Era Digital Asociación Educar para el Desarrollo Humano. www.asociacioneducar.com/blog/criar-con-wifi-y-corazon-claves-para-acompanar-a-nuestros-hijos-en-la-era-digital

Directora General del Colegio Informático San Juan de Vera; Licenciada en Tecnología Educativa, Universidad Tecnológica Nacional; Especialización Superior en Educación Común y Especial basada en Neurociencias, Universidad Nacional de Misiones; Directora del Instituto de Inglés Yellow Submarine; Capacitadora externa del Ministerio de Educación de Corrientes.; Profesora de Inglés; Curso Universitario de Neurosicoeducación, Facultad de Ciencias Médicas, UBA.