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En la antigüedad, los viajeros que surcaban los océanos registraban las situaciones del viaje en un cuaderno que se guardaba en un lugar especial dentro del barco: en la bitácora (bitacle en francés), una caja de madera que se encontraba cerca del timón, donde también estaba la aguja náutica o brújula que orientaba a los marinos.

En este cuaderno se anotaban todos los detalles del viaje: los incidentes sufridos en el recorrido, las soluciones encontradas ante los imprevistos y las rutas recorridas en cada itinerario donde siempre se descubrían detalles y cosas nuevas.

¡Así es nuestra profesión! Cada clase es un itinerario, pensado, diseñado de alguna manera que seguramente en el desarrollo cambiamos, ensayamos recursos, disponemos de herramientas, gestionamos y trabajamos con lo imprevisto y algunas veces nos salva la improvisación.

Te invitamos a que recorras estas páginas, encuentres recursos, ideas, pruebes alguna de ellas, te equivoques y vuelvas a comenzar. Lo más importante es que registres tu viaje en la docencia -es tu mayor riqueza- y felicitate por cada intento y por cada logro porque cada clase es una prueba amorosa de esta actividad.

Autora: Lic. Sonia Peirone (@soniapeironeducacion)