La variabilidad como recurso de aprendizaje

A medida que interactuamos con el mundo, tenemos diferentes experiencias con las que construimos nuestro propio conocimiento y que constituyen nuestra subjetividad.

En realidad, nunca vivimos exactamente la misma experiencia dos veces, por lo que podemos decir que la variabilidad es una parte constante de nuestras vidas.

Como definió el maestro Piaget, el aprendizaje es un proceso mediante el cual el sujeto, a través de diferentes experiencias, por ejemplo, la manipulación de objetos o la interacción con las personas, genera o construye conocimiento. Por lo tanto, el aprendizaje es un proceso que sólo tiene sentido ante situaciones de cambio.

En la revisión que presentamos en esta ocasión, publicada recientemente en la prestigiosa revista Trends in Cognitive Sciences, los investigadores analizan más de 150 estudios para dar prueba de la importancia de la variabilidad en diferentes áreas del aprendizaje, incluyendo entre otras la adquisición del lenguaje, el aprendizaje motor, la percepción visual, el reconocimiento facial, la lingüística o la categorización, y arrojando luz sobre los mecanismos subyacentes detrás de la variabilidad.

Analizando estos estudios, han visto que el término variabilidad puede referirse al menos a cuatro tipos, cuyos impactos pueden ser diferentes:

  1. El tamaño del grupo.
  2. Su heterogeneidad.
  3. La programación u horarios de la práctica.
  4. La variedad del contexto o de la situación ambiental.

Así, cuando se practica el saque en el tenis, ayuda el ejecutar el movimiento desde tantas posiciones diferentes sea posible (la cantidad de posiciones o ubicaciones diferentes sería el tamaño del grupo). En otro ejemplo diferente, para saber qué es un perro, es útil observar diferentes tipos de perros. Si solo se ven imágenes de grandes daneses, es posible que solo se reconozca a esta raza como perros, pero no a otras como parte de la categoría, lo que demuestra la importancia de la heterogeneidad. También es fundamental el aprendizaje en diferentes entornos. Por ejemplo, para aprender a manejar, ayuda hacerlo por diferentes rutas en diferentes momentos del día (eso serían variables en el contexto y en los horarios de la práctica). En estos ejemplos no consideraríamos que un niño ha aprendido la categoría “perro” si no es capaz de categorizar a un nuevo perro como perro, ni diríamos que alguien realmente ha aprendido a conducir si no es capaz de hacerlo a diferentes velocidades, en una ciudad diferente o en un auto diferente. El impacto del tipo de variabilidad depende de si es relevante para la tarea o no (podría decirse que el color de la cancha de tenis no es relevante para la práctica de servicio).

Por otro lado, el aprendizaje implica la utilización de experiencias previas con las que se desarrollarán nuevas conductas y acciones. Y ya que cada experiencia se considera única, el aprendizaje siempre implicará algún tipo de elaboración a partir de características observables en los elementos que conformen un grupo, es decir, una generalización. Los autores afirman que una forma efectiva de mejorar esta generalización es exponernos a aportes más variables y, por lo tanto, a menudo más representativos. Si bien la alta variabilidad del estímulo puede hacer que al principio el aprendizaje sea más difícil, por ejemplo, cuando los alumnos están en una etapa muy temprana de adquisición de una determinada área, finalmente conducirá a una mejor generalización del conocimiento que aprendemos y a un rendimiento más general y sólido.

Con todo esto, los investigadores plantean tres enfoques para explicar por qué la variabilidad genera mejores resultados de aprendizaje:

  • Por un lado, la variación en el aprendizaje podría conducir a un mejor filtrado de lo que es relevante y lo que no es relevante en una tarea (el color es útil para distinguir entre limones y limas, pero no para distinguir entre automóviles y camiones).
  • Por otro lado, una mayor variabilidad también podría conducir a una generalización más amplia, es decir, saber aplicar lo aprendido una vez en diferentes situaciones.
  • En tercer lugar, las variaciones en el aprendizaje obligan a recuperar la memoria de lo aprendido en el cerebro y adaptarla cada vez, lo que fortalece las memorias y las hace más sostenibles.

Entonces, la variabilidad ayuda a identificar las dimensiones relevantes de la tarea y a establecer límites de decisión correctos. Pero los individuos tenemos una sorprendente tendencia a generalizar de forma conservadora. Esta dificultad para interpolar ejemplos atípicos se ve claramente en las aulas, cuando los estudiantes pueden resolver con éxito una serie de problemas prácticos, pero son incapaces de generalizar sus soluciones a nuevos problemas que están diseñados para medir el mismo principio. El aumento de la variabilidad es una forma de mitigar el exceso de generalización conservadora expandiendo el espacio de hipótesis. La variedad de problemas y soluciones mejorará la capacidad de resolución de problemas de los alumnos, su adquisición de esquemas, su aprendizaje.

En conclusión, una mayor variabilidad conduce a una mejor capacidad para generalizar el aprendizaje.

Esto es importante para todos los aspectos de nuestra vida, tanto en nuestro día a día como en el aprendizaje formal, académico. Cuanto más expuestos estemos a una variedad de recursos culturales y sociales, y cuanto más heterogéneo sea nuestro grupo social, más amplio y robusto será nuestro aprendizaje. Sumado a eso, cuanto más variada sea la oferta de propuestas en el aula disponibles para los niños y jóvenes, más contribuiremos al fortalecimiento de su aprendizaje.

Bibliografía:

Cómo citar esta publicación:

Sanz Blasco, S. (2022). La variabilidad como recurso de aprendizaje. Asociación Educar para el Desarrollo Humano. www.asociacioneducar.com/articulo-la-variabilidad-como-recurso-de-aprendizaje/
Investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones Farmacológicas (ININFA) de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires. Realizó un posdoctorado en el Neuroscience and Aging Research Center del Instituto Sanford Burnham Prebys, en San Diego, California. Es Doctora en Fisiología por el Instituto de Biología y Genética Molecular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid. Además, es Licenciada en Ciencias Químicas, titulada en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Valladolid. Ha sido autora y coautora de más de 20 publicaciones científicas en el campo de las enfermedades neurodegenerativas.