Entrevistada: Gabriela Martin, ex Directora de Estudios del Nivel Secundario del Instituto River Plate.

Entrevistador: Emanuel Moreira Merlo.

 

Transcripción

 

Emanuel: Hola Gabi, encantado de tenerte acá y que podamos hablar. Me alegra que hayas venido.

Gabriela: Gracias, Emanuel, por darme esta oportunidad de hablar de educación emocional, que tanto me apasiona.

Emanuel: Bueno, si querés, empezamos. Justamente me gustaría empezar por el principio. ¿Cómo definirías la inteligencia emocional?

Gabriela: En realidad, hay varias definiciones, pero prefiero darla de manera sencilla y pedagógica. La inteligencia emocional es la capacidad que tenemos los seres humanos para conocer nuestras emociones, poder gestionarlas y relacionarlas con los demás de manera empática y compasiva. Además, nos permite tener una autonomía emocional y tomar decisiones acertadas.

Emanuel: Muy bien, y si bien ya sabemos la importancia que tiene en nuestra vida, ¿por qué es tan importante en el entorno educativo?

Gabriela: El entorno educativo es importantísimo porque los alumnos están en su proceso de desarrollo. Si bien la familia es la principal fuente de desarrollo socioemocional desde que nacen, la escuela también juega un papel crucial. Ayuda a los alumnos tanto en lo académico como en la convivencia, por lo que es fundamental que los docentes estemos preparados para acompañarlos en este desarrollo.

Emanuel: Y ya que tocaste el tema, me gustaría saber, en tu caso particular, ¿cómo iniciaste y llevaste a cabo este proyecto de sumar la inteligencia emocional en el aula?

Gabriela: Fue un largo proceso que en realidad empezó de manera inconsciente cuando elegí la docencia. Siempre me gustaron las normas sociales, la conducta humana, los valores y las normas jurídicas. Mucha gente me preguntaba por qué no seguí abogacía, pero yo siempre quise ser docente de ciencias jurídicas, políticas y sociales. Empecé dando muchas asignaturas que me habilitaban, pero principalmente me enfoqué en la educación cívica, que tuvo varias denominaciones a lo largo del tiempo. Notaba que temas como las normas sociales y jurídicas, y el estudio de la conducta humana, pasaban desapercibidos para los alumnos. Sentía que todo estaba enfocado en lo externo, y me di cuenta de que algo faltaba. Una colega y amiga, la licenciada Eliana Durán, me acercó al mundo de las neurociencias y también a Asociación Educar, donde hice la formación como neuropsicoeducadora. Ahí descubrí que lo que faltaba era la educación emocional, que permitía a los alumnos conocerse a sí mismos y realmente internalizar los temas que veíamos en educación cívica. Con Eliana, creamos el taller de educación emocional y social como espacio curricular propio en primero y segundo año del colegio secundario. Esto fue una gran motivación para nosotros, viendo los resultados en los alumnos. A medida que avanzaba en la educación emocional, también veía que faltaba algo más, y en esa búsqueda me encontré con la atención plena, el mindfulness. Así que también incorporamos herramientas de mindfulness para enriquecer la educación emocional.

Emanuel: Me encanta cómo lo fuiste completando. Supongo que te habrás encontrado con algún desafío. ¿Hubo alguno que te diera ganas de abandonar lo que estabas haciendo? ¿Y si fue así, cómo lo superaste?

Gabriela: A mí me encantan los desafíos. Para mí, más que darme ganas de abandonar, eran un aliciente para redoblar los esfuerzos. Por supuesto, hubo muchos desafíos, pero también pensaba en que no podemos pedir a los alumnos determinadas actitudes o habilidades que nosotros, los adultos, no tenemos. Si uno de los contenidos que abordamos en la educación emocional es la perseverancia, enseñándoles que los obstáculos no son piedras en el camino sino el camino mismo, esa perseverancia debía ponerla en juego yo misma con el taller y la educación emocional. Así que, en lugar de rendirme, esos desafíos me sirvieron de aliciente para seguir adelante.

Emanuel: Hablábamos justamente de que lo aplicabas con los alumnos. Me gustaría saber, en tu práctica docente, ¿cuáles fueron los beneficios que viste al trabajar la inteligencia emocional con ellos?

Gabriela: La verdad es que vi muchos beneficios, y eso lo evalué desde dos miradas: desde mi propia observación como docente y desde la autoevaluación que hacían los alumnos sobre su desarrollo emocional. Durante el año, los alumnos hacían autoevaluaciones para ver cómo iban evolucionando y qué inconvenientes tenían. Al finalizar cada taller, hacemos una evaluación final del taller, no de ellos mismos, y me sorprendieron gratamente las reflexiones de los alumnos sobre cómo la educación emocional les había servido en sus vidas personales y deportivas. En el colegio de River, por ejemplo, teníamos muchos deportistas, y el tema de las derrotas y la perseverancia influye muchísimo. Fue muy gratificante ver estos resultados.

Emanuel: ¿Considerás entonces que el rendimiento tiene un impacto en lo académico de los estudiantes?

Gabriela: Totalmente. Por ejemplo, teníamos el taller y los alumnos me pedían ellos mismos que hiciéramos algún ejercicio de relajación o de atención plena para poder estar más calmos y regular sus emociones antes de un examen. La educación emocional los prepara para tener más desarrolladas sus habilidades cognitivas y no ser tomados por la emoción o el estrés. Así que los beneficia doblemente, en lo académico y en la convivencia.

Emanuel: ¿Observaste algún cambio significativo en el comportamiento de los alumnos?

Gabriela: Sí, siempre. A veces, los alumnos que más necesitan la educación emocional son los que muestran más resistencia y dan un poquito más de trabajo. Es un proceso muy personalizado y hay que tener cuidado al abordar ciertas situaciones. En términos generales y de convivencia, en la escuela hacíamos reformas periódicas al sistema de convivencia, y los mismos alumnos presentaban propuestas. Ahí realmente se ponía en juego la educación emocional: no dejarse guiar por las emociones, poder escuchar al otro con atención, y practicar la comunicación asertiva. Cuando ves a los alumnos en acción, es cuando realmente decís: «Misión cumplida», aunque este es un proceso de toda la vida.

Emanuel: Me gustaría saber, dado todo el trabajo que hiciste con los alumnos, ¿cuáles son las señales de alerta que indican la necesidad de intervenir en el desarrollo emocional de un estudiante? ¿Te encontraste con algún caso en particular que puedas compartir?

Gabriela: La educación emocional es para todos, y se trabaja de manera preventiva. Sin embargo, a veces nos encontramos con alumnos que tienen una actitud desafiante. Es importante ir de a poco, sin obligar a los alumnos a expresar sus emociones si no lo desean. Lo crucial es brindarles un clima seguro en el aula, donde sepan que lo que comparten, si deciden hacerlo, quedará en el aula. Se van haciendo pequeños acuerdos, y se les da libertad, por ejemplo, ofreciéndoles la opción de pintar un mandala en lugar de meditar, respetando a los demás. Con el tiempo, muchos de esos alumnos que se resistían terminan participando de actividades como la meditación. Es fundamental atender con escucha atenta para integrar a todos y hacerlos sentir parte del grupo.

Emanuel: Eso es muy importante. ¿Recibiste algún comentario de los alumnos sobre lo que aprendieron en inteligencia emocional?

Gabriela: Sí, sobre todo me llamó la atención que muchos adolescentes no pueden dormir a la noche, no solo por videojuegos o celulares, sino por pensamientos intrusivos. Ellos mismos expresaron que las prácticas de atención plena y mindfulness les ayudaron a relajarse y dormir mejor. Otra cosa que les llamó la atención fue la meditación en el aula. Al principio, pensaban que debíamos cerrar todas las persianas y evitar que entrara luz, pero con el tiempo les enseñé que se puede meditar en cualquier lugar, incluso en un colectivo. Es un proceso que requiere respeto por los tiempos de cada alumno.

Emanuel: A veces, los docentes sienten que hay alumnos que no están interesados en participar. ¿Cómo fomentás la participación y hacés que se sientan cómodos compartiendo sus emociones?

Gabriela: Los docentes a veces son reacios a abordar estos temas precisamente por las resistencias que pueden encontrar. Lo primero que tienen que preguntarse es qué pasa con ese alumno, cuál es la necesidad que no está siendo satisfecha en ese momento. Es fundamental capacitarse y estar preparados, y también trabajar en equipo. Los docentes no podemos hacerlo todo. Un docente de educación emocional no es un psicólogo, sino alguien con una especialidad determinada que se capacitó en educación emocional. Hay circunstancias que exceden nuestras posibilidades de abordaje, y es ahí donde el equipo de orientación escolar, psicopedagogos, psicólogos, preceptores y profesores tutores juegan un papel crucial. Siempre preguntaba a los alumnos si notaba alguna situación disruptiva, me acercaba después de la clase y les ofrecía la oportunidad de hablar con el equipo de orientación escolar. Generalmente, aceptaban. Estos alumnos están manifestando una necesidad, y es cuestión de encontrar la manera de abordarla.

Emanuel: Qué impacto debe haber tenido ese cambio en los alumnos. Imagino que los docentes juegan un papel muy importante en el desarrollo de la educación emocional en los estudiantes, ¿verdad?

Gabriela: Sí, totalmente. La educación emocional no es solo para un espacio curricular específico, aunque es bueno que lo tenga, porque los temas transversales a veces se diluyen. Sin embargo, si no existe ese espacio curricular, puede trabajarse en la hora de tutoría o en asambleas. Es sumamente importante poder trabajar con los alumnos. Somos modelos para ellos, y actuamos y educamos por modelaje. Ellos están muy atentos a lo que hacemos. Es cierto esa frase que dice: «Lo que haces habla tan fuerte que no puedo escuchar lo que dices». Entonces, es importante estar capacitados y no pedir a los alumnos que tengan capacidades que nosotros, los adultos, no tenemos.

Emanuel: Soy un docente que te está escuchando ahora y, al terminar de escuchar este podcast, digo: «Lo quiero practicar». ¿Considerás que se requieren muchos recursos para incorporar la inteligencia emocional en estas prácticas pedagógicas?

Gabriela: En este fin podemos hablar de recursos materiales como de recursos humanos, ¿no es cierto? Yo te diría que no se necesitan muchos recursos materiales. Si hacemos un ejercicio de respiración, la respiración está al alcance de la mano. Lo más importante es estar dispuestos. Esas dos palabras encierran mucho: estar dispuestos. Si uno está dispuesto, es receptivo a este tipo de enseñanzas. Recursos materiales, cero. Por supuesto, a veces utilizamos recursos, pero cualquier cosa vale. Por ejemplo, para enseñar creatividad, puedo tomar un lápiz y decir: «Esto es un lápiz y lo uso para escribir». Nos ponemos todos en ronda en el aula, y ya ese hecho de levantarse y ponerse en ronda de pie implica mucho. Lamentablemente, todavía tenemos aulas muy estructuradas. Nos ponemos en ronda, y yo empiezo: «Esto es un lápiz y lo uso para escribir». Lo paso al compañero, y él dice: «Esto para mí es una horquilla y la uso para atarme el pelo». Así desarrollamos la creatividad, simplemente con un lápiz. Con muy poco, despertamos la curiosidad.

Emanuel: Ya fui docente, ahora soy padre. Si estoy escuchando este podcast y digo: «¿Cómo puedo apoyar el desarrollo de la inteligencia emocional de mi hijo en casa?», ¿qué me dirías?

Gabriela: Primero, dándoles una base segura. Lo principal y la base de la educación emocional en los niños es que tengan ese refugio seguro, lo que se denomina apego seguro, que es cuando los chicos empiezan a explorar el mundo y, frente a cualquier dificultad, saben que tienen a sus padres a quienes pueden acudir. Pero, ¿qué pasa si esos padres, que deberían ser un refugio seguro, están desregulados emocionalmente? Por eso siempre digo que, tanto para docentes como para padres, lo primero es que desarrollen esas habilidades antes de transmitírselas a sus hijos o alumnos. Es importante poder regularse, entender que está bien enojarse en ciertas situaciones, pero también es crucial volver a la calma. De esa forma, podemos acompañar a nuestros hijos para que sientan ese refugio seguro en nosotros.

Emanuel: ¿Te pasó de tener algún padre o madre en contra? ¿Y si fue así, cómo actuaron?

Gabriela: No, por suerte no. Lo que sí hubo son diferencias en cuanto a la forma de comprometerse de los padres. Algunos veían positivamente la educación emocional, pero lo consideraban una cuestión de la escuela. Otros se comprometían más, y me encontré con sorpresas. Por ejemplo, en entrevistas con mamás por otros motivos, de repente me contaban lo que habían visto en la educación emocional. O al revés, un alumno me contaba que habló con su tío sobre lo que vio en clase, y que ambos se recomendaron libros mutuamente. Esas sorpresas son muy gratificantes.

Emanuel: Qué consejos les darías a los educadores que desean promover un ambiente de aprendizaje en el cual se tengan en cuenta las emociones?

Gabriela: Que se animen, que se capaciten. La educación emocional es posible, y lo ideal es que sea un tema transversal. Hay que ser conscientes de que, más allá del contenido del programa, si el alumno no está atento, si no atendemos sus necesidades, no va a poder aprender. Tener una presencia atenta en el aula y estar atentos a las necesidades de los alumnos es clave. Esa interacción entre alumno y profesor crea las condiciones para que después se puedan desarrollar los contenidos del programa. Pero hay que empezar por crear un clima emocional favorable.

Emanuel: ¿Cuáles son tus recomendaciones finales para las escuelas que deseen priorizar la educación emocional entre los estudiantes?

Gabriela: Es un gran tema. Lo ideal sería que en todas las escuelas se le dé el mismo valor a la educación emocional que al desarrollo académico. Yo tuve la suerte de estar en ambos lados del mostrador: como docente y como directora. Como docente, en algunas escuelas veía que no había una buena recepción por parte de la dirección, y como directora, encontré docentes que no le daban la importancia necesaria a la educación emocional. Hay ciertas resistencias, y hay que trabajar en eso. Rafael Bisquerra dice que primero hay que sensibilizar, luego capacitar a los docentes, y finalmente armar un proyecto institucional que atraviese todos los niveles. Esa es la manera más efectiva de implementar la educación emocional. Pero si un docente no encuentra eco en la escuela, al menos puede aportar su granito de arena en sus clases. Aunque el impacto no será el mismo que si fuera un proyecto institucional, seguro tendrá un impacto positivo en sus alumnos. Ojalá las escuelas sigan estos pasos: sensibilizar, capacitar y armar un proyecto institucional.

Emanuel: Perfecto, ojalá que así sea. Ahora, ya me comentaste lo del ejercicio del lápiz, pero para aquellos docentes que te están escuchando ahora y quieran arrancar, ¿podrías compartir dos o tres ejercicios que utilizaste con tus alumnos para darles un hilo del que tirar?

Gabriela: Como te decía antes, no necesitamos muchos recursos materiales. Un simple sonido, como el de un cuenco, lo puede aplicar cualquier docente. Al entrar al aula, cuando los alumnos vuelven agitados del recreo, les digo: «Chicos, vamos a ponernos de pie un momento, respiren profundo, siéntense y cierren los ojos». Luego hago sonar el cuenco, y cuando terminan de escuchar el sonido, levantan la mano. Es un milagro cómo bajan, no solo un cambio, sino veinte. Es tan simple de llevar a cabo, y muchos docentes ya lo están implementando. Es una forma de que los alumnos registren cómo volvieron del recreo y aprendan a gestionar sus emociones.

Emanuel: Otro, por favor, porque ese me gustó mucho.

Gabriela: A ver, podemos hablar de actividades concretas, pero también me gusta transmitir criterios para seleccionar actividades, porque si no tenemos un enfoque claro, cualquier actividad servirá. Otra actividad es cerrar los ojos y estar atentos a los sonidos del entorno. Yo también cierro los ojos y les digo que escuchen los sonidos más lejanos. Esto les ayuda a conectarse con el aquí y ahora, a no quedar enganchados con pensamientos negativos o con lo que vendrá. Es otra actividad simple, que no requiere nada de recursos. Otra opción es utilizar una pelotita para enseñar a respetar el turno de palabra. En capacitaciones, también los adultos queremos hablar todos juntos. Con una simple pelotita que se pasan entre ellos, aprenden a respetar el uso de la palabra y se regulan.

Emanuel: El famoso «te paso la pelota».

Gabriela: Exacto, pero no para desligarse, sino para hacerse cargo de la palabra. Hay muchísimas más que puedo compartir, pero estas son algunas de las más simples.

Emanuel: Me encantaría que compartieras más, porque la verdad es que con muy poco se logra mucho. Gabi, para terminar, tengo aquí unas cartitas de emociones. Te voy a pedir que saques una y me transmitas un mensaje basado en lo que estuvimos hablando.

Gabriela: Ok, elijo una. A ver, me tocó… Enojo. El enojo es una de las emociones que necesitamos gestionar, junto con la tristeza. Son emociones incómodas, mal llamadas negativas, pero como todas las emociones, nos traen un mensaje, nos dan información. Es importante conocerse, preguntarse: ¿por qué estoy enojado? El autoconocimiento empieza por tomar conciencia de las sensaciones en nuestro cuerpo, cómo sentimos esa emoción. Nuestro cuerpo se prepara muchas veces para luchar o huir, y es fundamental identificar la emoción y cómo la registramos en el cuerpo. El objetivo es regularnos antes de que el enojo llegue a su punto máximo. Preguntarnos qué nos enoja, cuál es la función del enojo, y buscar alternativas para resolver lo que nos molesta. Cuando estamos tomados por el enojo, no podemos razonar ni tomar decisiones. Por eso es mejor relajarse, tomarse una pausa y, si es necesario, continuar la conversación después. Para lograr esto, es necesario empezar por el autoconocimiento, desarrollar un vocabulario emocional e identificar las emociones. Después, necesitamos los recursos y herramientas para gestionarlas. Espero que esto te sirva.

Emanuel: Excelente, Gabi, excelente. Me encantó tenerte acá y poder hablar sobre este tema. Muchísimas gracias.

Gabriela: No, gracias a vos, Emanuel.

Cómo citar esta publicación:

Martin, G., y Moreira Merlo, E. (2023). Episodio 7: Inteligencia Emocional y Mindfulness en el Aula. Aprende con AE - Asociación Educar para el Desarrollo Humano. https://open.spotify.com/show/0vROdWbKhtmwozxqwp7hsh
Ex Directora de Estudios del Nivel Secundario del Instituto River Plate; Especializada en Educación Emocional y Mindfulness aplicado a la educación; Profesora de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales (Instituto Nacional Superior del Profesorado Joaquín V. González).