Inteligencia Artificial en la educación: beneficios, riesgos y el rol insustituible del docente

La incorporación de herramientas de inteligencia artificial en el ámbito educativo ha generado controversias que requieren un debate social urgente. Estas tecnologías abren posibilidades valiosas:

  • permiten personalizar el aprendizaje,
  • optimizar tiempos
  • y ampliar el acceso al conocimiento.

Sin embargo, también plantean preguntas esenciales:

  • ¿Qué ocurre con la empatía y el vínculo pedagógico?
  • ¿Qué pasa con la equidad en el acceso?
  • ¿Cómo se transforman las experiencias sociales del alumnado en una era cada vez más virtual?
  • ¿Y de qué manera podemos seguir despertando entusiasmo por el conocimiento en un contexto marcado por la inmediatez?

Este artículo analiza el impacto de la inteligencia artificial en el lazo humano que sostiene toda experiencia de enseñanza-aprendizaje, proponiendo una mirada ética, crítica y situada sobre su integración en las aulas.

Al final del texto se presentan ejemplos concretos de usos positivos y negativos de la IA en educación. Antes, resulta imprescindible detenernos en la necesidad de contar con un marco ético y de conocimiento que nos permita comprender el verdadero alcance de estas herramientas: sus riesgos, sus oportunidades y las condiciones bajo las cuales pueden convertirse en un recurso que potencie —y no debilite— la experiencia educativa en toda su complejidad.

 

Contenidos inteligentes, decisiones sensibles: el rol docente frente a la IA

Las plataformas basadas en inteligencia artificial (IA) han demostrado ser altamente eficaces para detectar patrones de desempeño, sugerir contenidos personalizados y brindar retroalimentación casi inmediata. Estas funciones representan un gran avance en términos de eficiencia, seguimiento individualizado y retroalimentación constante. Esto se alinea con el rol emergente del docente como arquitecto del aprendizaje personalizado y con la necesidad de mantener al educador en posición de liderazgo pedagógico, incluso en escenarios mediados por IA.

Además, la inteligencia artificial permite generar textos, resúmenes, cuestionarios y explicaciones adaptadas a diferentes niveles de dificultad. Existen también tutores virtuales que ofrecen apoyo en materias específicas durante las 24 horas del día, brindando acompañamiento a estudiantes en horarios no escolares o en contextos de alta demanda. Por ejemplo, los sistemas de aprendizaje adaptativo (adaptive learning) —fundamentados en algoritmos que ajustan los contenidos al ritmo y las respuestas del estudiante— han mostrado beneficios sólidos. Estas soluciones pueden ser especialmente útiles como complemento en aulas con pocos recursos o con docentes sobrecargados, donde la atención personalizada es limitada. Sin embargo, esta automatización no reemplaza el criterio pedagógico ni la comprensión integral del estudiante. La IA carece de conciencia, emoción y habilidades socioemocionales: no puede comprender contextos familiares, miedos, frustraciones o barreras sociales que inciden directamente en el proceso de aprendizaje.

En este sentido, la IA puede ser un recurso valioso, pero siempre debe estar subordinada a la sensibilidad, experiencia y ética del educador. Si se utilizan sin una guía humana crítica y afectiva, estas tecnologías corren el riesgo de promover una educación superficial, centrada en el rendimiento cuantificable, pero desconectada de los aspectos humanos que sostienen el verdadero aprendizaje. Existen riesgos, por ejemplo, en la personalización automatizada de aislamiento social al reducirse la interacción con pares y educadores. La enseñanza no es solo transmisión de información: es acompañamiento, diálogo, conexión emocional y construcción colectiva de sentido.

 

Privacidad, equidad y responsabilidad

Uno de los ejes centrales es la protección de datos. Las plataformas educativas basadas en inteligencia artificial (IA) recaban información sensible de los estudiantes, como:

  • hábitos de estudio,
  • tiempos de conexión,
  • errores frecuentes
  • e incluso emociones inferidas mediante el análisis de patrones de escritura, voz o comportamiento digital.

Es fundamental preguntarse: ¿quién administra esa información y con qué fines? ¿Qué garantías existen de que no será utilizada con propósitos comerciales, en especial cuando gran parte de los usuarios son estudiantes menores de edad? Este uso masivo de datos plantea riesgos como la pérdida de privacidad, la manipulación de información, decisiones automatizadas injustas o estigmatizantes.

A esta preocupación se suma la problemática del acceso desigual. No todos los alumnos cuentan con dispositivos adecuados, conectividad estable ni competencias digitales suficientes para interactuar con herramientas inteligentes. Sin políticas inclusivas y estrategias pedagógicas que atiendan a esta diversidad, la incorporación de IA en las aulas puede profundizar desigualdades en lugar de reducirlas.

Además, es necesario considerar quién asume la responsabilidad cuando fallas o sesgos algorítmicos afectan negativamente a un estudiante. ¿Qué ocurre si una herramienta automatizada emite una evaluación injusta, presenta contenidos inapropiados o discrimina por género, origen o discapacidad? ¿Debe responder el programador, el docente o la institución que promovió su uso? Las Recomendaciones sobre la ética de la inteligencia artificial de la UNESCO establecen principios clave:

  1. debe usarse de manera proporcional y sin causar daño,
  2. garantizando seguridad y protección,
  3. respetando la privacidad y los datos personales,
  4. con una gobernanza inclusiva y multiactor,
  5. asegurando responsabilidad y rendición de cuentas,
  6. manteniendo transparencia y explicabilidad,
  7. bajo supervisión humana,
  8. orientada a la sostenibilidad,
  9. acompañada de sensibilización y educación,
  10. y siempre promoviendo la equidad y la no discriminación.

La responsabilidad ética y jurídica debe ser atribuible a personas o entidades claras.

Por último, cabe destacar la importancia de la educación digital para el alumnado, como ciudadanos responsables, informados y críticos. Es esencial formar a los estudiantes para que comprendan los riesgos de un entorno digital dominado por IA con diversos fines —comerciales, educativos o de vigilancia— y puedan responder de manera reflexiva y consciente a estos retos.

 

El valor del vínculo humano en el aula

El valor del vínculo humano en el aula es insustituible: la educación es un proceso profundamente relacional donde más allá del contenido, lo que realmente transforma son los gestos humanos:

  • la voz que alienta,
  • la mirada que valida,
  • el silencio que escucha,
  • la pregunta que invita a pensar.

Porque construyen confianza, motivación y sentido de pertenencia, elementos cruciales para el aprendizaje efectivo.

Las investigaciones muestran que ese sentido de pertenencia —sentirse aceptado, valorado e incluido— está directamente correlacionado con una mayor motivación intrínseca, compromiso, bienestar emocional y menores tasas de abandono.

En contraste, la IA, por sofisticada que sea, carece de calidez, intuición y humanidad:

  • no puede detectar si un alumno se ha desconectado emocionalmente,
  • sufre inseguridades o atraviesa un duelo,
  • ni contener la angustia que precede al fracaso,
  • ni ofrecer el reconocimiento personal que impulsa a superarse.

Aunque existen herramientas basadas en análisis de sentimientos o reconocimiento facial que pueden ofrecer retroalimentación inmediata sobre el estado emocional de los estudiantes, están limitadas por sesgos culturales, problemas técnicos (como iluminación o calidad del sensor) y una interpretación mecanicista del comportamiento que no se traduce en empatía auténtica. Esto implica que, en tanto la IA pueda sugerir señales emocionales, la interpretación empática y la respuesta adecuada siguen requiriendo la presencia relacional del docente.

 

Antes de comenzar a usar la IA, debemos detenernos a pensar

La inteligencia artificial puede convertirse en una aliada valiosa en el ámbito educativo, siempre que se integre con criterio ético, formación docente adecuada y una visión pedagógica centrada en las personas. Sus aportes son innegables:

  • permite personalizar contenidos,
  • agilizar evaluaciones
  • y ampliar los recursos de aprendizaje, especialmente en contextos con limitaciones estructurales.

Sin embargo, su implementación debe responder a un proyecto educativo inclusivo, reflexivo y profundamente humano. El problema no radica en la tecnología en sí, sino en cómo decidimos incorporarla. No se trata de reemplazar docentes por algoritmos, sino de pensar cómo las herramientas digitales pueden enriquecer la enseñanza sin desplazar el vínculo que la sostiene.

El desafío es doble:

  1. por un lado, formar educadores capaces de comprender el alcance y los límites de estas tecnologías;
  2. por otro, preservar aquello que las máquinas no pueden ofrecer: el lazo afectivo, la presencia genuina y la capacidad de educar con el ejemplo, la palabra y el gesto.

La inteligencia artificial transforma la función docente, otorgándole un papel central como arquitecto de experiencias de aprendizaje, impulsor de competencias clave para el siglo XXI y mediador ético que orienta hacia un uso responsable, crítico e inclusivo de la tecnología.

Porque enseñar no es solo transmitir información: es acompañar trayectorias, despertar curiosidades, sostener procesos. Y eso, todavía —y por suerte— sigue siendo tarea de humanos.

 

Usos positivos de la IA en educación

  • Personalización del aprendizaje: plataformas que adaptan el contenido a los ritmos y estilos de cada estudiante, favoreciendo la comprensión y autonomía.
  • Corrección automatizada: herramientas que permiten dar retroalimentación inmediata en ejercicios de práctica o escritura básica.
  • Accesibilidad ampliada: IA que convierte textos en audio, genera subtítulos o adapta materiales para estudiantes con discapacidad visual o auditiva.
  • Tutores virtuales: sistemas que ofrecen apoyo constante en áreas como matemáticas o idiomas, especialmente útiles fuera del horario escolar.
 

Usos negativos o riesgosos de la IA en educación

  • Desvinculación afectiva: confiar en exceso en herramientas automáticas puede erosionar la relación pedagógica, reduciendo la enseñanza a una transacción de datos.
  • Falta de transparencia algorítmica: sistemas que califican o clasifican estudiantes sin que se entienda cómo funcionan ni bajo qué criterios.
  • Reproducción de sesgos: algoritmos entrenados con datos discriminatorios pueden perpetuar estereotipos de género, clase o raza en los contenidos o en la evaluación.
  • Exclusión tecnológica: estudiantes sin acceso a dispositivos o conectividad quedan rezagados, acentuando las desigualdades existentes.
 

Recomendación ética ejemplificada

Un ejemplo concreto de uso ético sería el de una docente que propone a su grupo utilizar una herramienta de inteligencia artificial para generar resúmenes de lectura. Luego, en el aula, dedica tiempo a analizar colectivamente lo producido por la IA, contrastándolo con las interpretaciones personales de sus estudiantes. Este ejercicio no solo promueve el pensamiento crítico, sino que también permite reflexionar sobre los límites del procesamiento automático frente a la comprensión humana. El uso es transparente, consensuado y siempre enmarcado en una dinámica de diálogo, intercambio, contención y reflexión pedagógica, donde la tecnología se pone al servicio del aprendizaje, sin reemplazar el vínculo educativo.

 

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Bibliografía:

  • Anwar, A., Rehman, I. U., Nasralla, M. M., Khattak, S. B. A., & Khilji, N. (2023). Emotions Matter: A Systematic Review and Meta-Analysis of the Detection and Classification of Students’ Emotions in STEM during Online Learning. Education Sciences, 13(9), 914. https://doi.org/10.3390/educsci13090914
  • Narla, A. V., Edwards, M. M., Bullard, E., et al. (2024). Classroom Interactions Facilitate a Sense of Belonging in Remote STEM Classes: Lessons from a Large-Scale Quantitative Study. Journal for STEM Education Research. https://doi.org/10.1007/s41979-024-00135-y
  • Posso Pacheco, R. (2025). El rol del docente en la era de la inteligencia artificial: De transmisor de contenidos a formador de habilidades y valores para el siglo XXI. MENTOR, 4(11), 1–8. https://doi.org/10.56200/mried.v4i11.10185
  • Salloum, S. A., Alomari, K. M., Alfaisal, A. M., et al. (2025). Emotion recognition for enhanced learning: using AI to detect students’ emotions and adjust teaching methods. Smart Learning Environments, 12, 21. https://doi.org/10.1186/s40561-025-00374-5
  • UNESCO. (2021). Recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial. UNESCO. https://www.unesco.org/es/artificial-intelligence/recommendation-ethics
  • Vallejo, A. E. (2024). La transformación del rol docente en la era de la Inteligencia Artificial: hacia un liderazgo pedagógico estratégico. Revista Trayectorias Universitarias, 10(19). https://doi.org/10.24215/24690090e165
Cómo citar esta publicación: Calero, A. D. (2025). Inteligencia Artificial en la educación: beneficios, riesgos y el rol insustituible del docente. Asociación Educar para el Desarrollo Humano. https://asociacioneducar.com/blog/inteligencia-artificial-en-la-educacion-beneficios-riesgos-y-el-rol-insustituible-del-docente/
https://orcid.org/0000-0001-7197-1320
Doctora en Psicología por la Universidad Nacional de La Plata, con especialización en procesos y habilidades emocionales | Licenciada en Psicología, Universidad de Buenos Aires | Especialista en Estadística para Ciencias de la Salud por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Universidad de Buenos Aires | Investigadora Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) | Se desempeña como Profesora de grado y posgrado en universidades públicas y privadas | Su producción científica supera los 30 artículos publicados en revistas científicas con referato en español e inglés y más de 50 presentaciones en jornadas y congresos nacionales e internacionales.