Si piensas que los recuerdos, particularmente en los niños, son un registro perfecto de lo que han vivido, te vas a llevar una sorpresa. Resulta que el cerebro no opera como una cámara de video. El hipocampo, que es una parte fundamental, y se identifica como nuestro guardián de la memoria, no solo organiza y puede guardar la información, sino que también puede modificarla. Resulta que, después de que ocurre un evento o hecho significativo, cada vez que se lo recuerda, el hipocampo se pone en acción y aquí surge lo fascinante, porque no siempre actúa como un simple reproductor de ese evento.
La información nueva, las emociones que sienten en el momento los niños, o incluso lo que otros les cuentan o enseñan, pueden mezclarse con el recuerdo original y esto puede dar lugar a memorias distorsionadas (el recuerdo real se altera con el tiempo), o incluso falsas (recordar algo que nunca pasó), sin que los niños se den cuenta. Este efecto de desinformación afecta a algunas personas más que a otras. Por un lado, influye la edad; por lo general, los niños son más susceptibles al efecto de desinformación, que los jóvenes y adultos. En la infancia el control ejecutivo está en desarrollo y hay menor capacidad de metacognición para filtrar información errónea. Esta situación de la edad, puede estar diciéndonos algo acerca de la importancia del papel de los recursos cognitivos en los más pequeños, ya que sabemos que el efecto de desinformación puede afectar cuando los recursos atencionales son limitados.
Por otro lado, se ha demostrado, que hay variables que están asociadas con mayor susceptibilidad a estas memorias falsas, como la empatía, el autocontrol. Cuanto más se ha reportado lapsus en la memoria y atención, más susceptible se es a los efectos de la desinformación. Estudios (Wright y Livingston-Raper, 2002) indicaron que alrededor del 10% de variabilidad en la susceptibilidad a la información errónea se explica por puntuaciones de disociación que miden la frecuencia de tales experiencias, y como a menudo, una persona no puede recordar si hizo algo o simplemente pensó en ello haciendo esa cosa (Davis y Loftus, 2005).
La neurociencia ha evidenciado que la memoria es un proceso dinámico y siempre en reconstrucción. De hecho, recordar un suceso puede fortalecerlo o cambiarlo. Por eso, dos personas que vivieron lo mismo pueden recordar detalles diferentes, y lo que creemos que es cierto puede que no haya sucedido exactamente así. Entonces, ¿cómo se puede confiar en la memoria y el papel asumido por el hipocampo?
Recientemente una investigación llevada a cabo por Shao X, Chen C y su equipo (2023) de la Beijing Normal University – State Key Laboratory of Cognitive Neuroscience and Learning y la University of California, Irvine – Department of Psychological Science, revela nuevas evidencias sobre este efecto de desinformación que suele ocurrir por datos que se reciben posteriormente. Como la memoria es reconstructiva, el estudio intentó comprender cómo el hipocampo ajusta sus representaciones en tres etapas de la misma (1. Evento original: cuando una persona presencia un hecho real; 2. Post-evento: cuando aparece información incorrecta y 3. Prueba de memoria: cuando se evalúa lo que se recuerda del hecho original) y, verificar la similitud de patrones neuronales entre ellas, lo que puede predecir la aparición de recuerdos falsos.
Para investigar esto, el estudio utilizó resonancia magnética funcional (fMRI) y análisis de la similitud de patrones en el hipocampo. Los investigadores llevaron a cabo dos experimentos:
- Experimento 1: Un análisis conductual para confirmar que la manipulación de la desinformación genera recuerdos falsos. Los participantes vieron eventos o hechos reales y luego recibieron detalles erróneos. Al día siguiente, se evaluó su memoria sobre el evento original.
- Experimento 2: Se repitió el procedimiento del primer experimento, pero esta vez con fMRI para examinar los cambios en la actividad cerebral.
Los hallazgos más importantes que encontraron fueron que durante la prueba, los recuerdos verdaderos mostraron una activación débil del hipocampo, mientras que los recuerdos falsos mostraron una activación simultánea del hipocampo por la información original y la incorrecta. Esto sugiere que el hipocampo no solo es un repositorio pasivo de la memoria, sino un procesador activo que construye y reorganiza los recuerdos en función de la información recibida posteriormente. Además, su papel en la consolidación y recuperación de la memoria implica que la información errónea puede reforzarse si se reactiva repetidamente en un contexto determinado. A su vez, en situaciones de recuerdos falsos, la corteza prefrontal lateral ayudó a resolver el conflicto entre la información original y la errónea, y se pudo confirmar la teoría de la memoria de múltiples trazas, que propone que tanto el evento o hecho original como la desinformación errónea, se almacenan en el hipocampo y “compiten” en el momento de recordar.
Todo esto, hace ver que los recuerdos o memorias falsas, no son solo errores de almacenamiento, sino que emergen de un proceso activo en el que el cerebro reconstruye la memoria utilizando diversas fuentes y, además, esa similitud de patrones neuronales en el hipocampo entre las tres etapas del experimento citado, pudo predecir que las personas son más propensas a recordar de manera errónea. Es importante, a su vez, destacar que la corteza prefrontal desempeña un papel esencial al seleccionar y evaluar la información recordada, área en pleno desarrollo durante la infancia, lo que puede traer efectos e implicancias en los procesos educativos para el aprendizaje:
- La memoria es maleable: los niños pueden recordar eventos o hechos de forma distorsionada ante una información posterior no relevante, no motivadora, o fuera del contexto real.
- El refuerzo y la repetición influyen en la consolidación de recuerdos: las narrativas pedagógicas sin las estrategias adecuadas y oportunas pueden modificar recuerdos originales, lo que sugiere que los formatos de enseñanza deben asegurar y acompañar los tiempos infantiles para la óptima recuperación de información o aprendizajes.
- El procesamiento emocional y la confianza afectan la memoria: si en el aula no se utilizan herramientas que faciliten memorias basadas en eventos o hechos reales, los niños pueden construir versiones como verdaderas, que no lo son.
Algunas sugerencias para la enseñanza basada en Neurociencia
- Evitar la exposición excesiva de información (sobrecarga cognitiva) que puede tornarse errónea: el cerebro infantil tiende a recordar la primera versión que recibió. Entonces, ante el contenido aprendido solicitarle que formule preguntas o que cambie un título o que invente otro final u otra forma de llegar a ese resultado. Es decir, promover la autonomía para que pueda aprender a aprender.
- Usar múltiples modalidades sensoriales: presentar la información de diversas maneras (visual, auditiva, kinestésica) refuerza la memoria real. Puede realizarse con ejercicios de reconstrucción de eventos al pedir a los alumnos que narren lo que aprendieron en diferentes formatos (escrito, hablado, gráfico) para mejorar la retención. Con ejercicios de memoria autobiográfica que pueden proporcionar información adicional sobre los procesos que subyacen a la selectividad de los recuerdos. O con aquellos recursos con distintos materiales (plastimasa, témperas, lápices de colores), que puedan teatralizar lo aprendido o usar una música para transformarlo en canción. Con imágenes que estimulen las emociones, también mejora la memoria.
- Estimular el pensamiento crítico: enseñar a los niños a cuestionar fuentes y comparar información puede hacerla más interesante e incorporarla como un evento real y confiable. Se puede realizar corrección activa de errores y en vez de solo señalar un error, hacer que los alumnos comparen su respuesta con la correcta y expliquen la diferencia o intentar llegar a la respuesta por otros caminos que no mostró el docente.
- Fomentar la metacognición: hacer que los niños reflexionen sobre cómo recuerdan y aprenden, mejora la precisión de sus memorias. Usar preguntas abiertas: «¿cómo sabes eso?» en lugar de simplemente evaluar respuestas correctas o incorrectas. O que realicen una autoevaluación preguntándose: qué sé del tema, como lo aprendí, cómo llegué al resultado, qué me falta saber.
- Crear experiencias de aprendizaje emocionalmente significativas: la memoria se consolida mejor cuando está vinculada a experiencias relevantes y participativas. Es por eso que resulta interesante retomar las ideas previas para que puedan constituirse en aprendizajes significativos. Dar a los niños la oportunidad de involucrarse en la construcción del conocimiento en lugar de solo recibirlo de manera pasiva, evitando la repetición memorística. Una evaluación no es fiable cuando solo contamos con un único informe de memoria para juzgar. Para ello es clave la revisión espaciada y repetición intercalada, revisar la información en distintos momentos y contextos para fortalecer la memoria.
- Fomentar habilidades socioemocionales: un niño que comparte un trabajo con un par o con un grupo aprenderá a escuchar al otro, a revisar un error y a ser responsable y comprometido con la tarea.
La educación infantil requiere continuamente redefinir miradas y prácticas, como tener en cuenta la naturaleza reconstructiva del cerebro, para diseñar metodologías y recursos que minimicen la interferencia de información incorrecta que pueda darse en los aprendizajes de los niños.
Y, si bien la gramática escolar sigue basada en los pilares de la gradualidad y la simultaneidad, se puede – y es necesario- provocar cambios en el aula siendo un docente mediador, que incorpore enfoques basados en evidencia neurocientífica para optimizar los procesos de enseñanza y asegurar un aprendizaje más efectivo y duradero, y de este modo, evitar que disminuya la precisión de la memoria verdadera al interferir con las representaciones originales en el hipocampo.
El reto no solo radica en enseñar contenidos curriculares, sino en formar mentes críticas, reflexivas, capaces de evaluar la información para elegir las mejores respuestas en situaciones diarias, y enfrentar un mundo donde la sobrecarga cognitiva y el efecto de desinformación son desafíos constantes.
Fuentes consultadas:
- Shao, X., Li, A., Chen, C., Loftus, E. F., & Z, B. (2023). Cross-stage neural pattern similarity in the hippocampus predicts false memory derived from post-event inaccurate information. Nature Communications, 14, 2299. https://doi.org/10.1038/s41467-023-38046-y
- Schacter, D. L. (2021). The seven sins of memory: How the mind forgets and remembers (Updated ed.). Houghton Mifflin Harcourt.
Loftus, E. F. (2005). Planting misinformation in the human mind: A 30-year investigation of the malleability of memory. Learning & Memory, 12(4), 361-366. https://doi.org/10.1101/lm.94705 - McGaugh, J. L. (2013). Making lasting memories: Remembering the significant. Proceedings of the National Academy of Sciences, 110(Supplement_2), 10402-10407. https://doi.org/10.1073/pnas.1301209110
- Wright, D. B., & Livingston-Raper, D. (2002). Memory distortion and dissociation: Exploring the relationship in a non-clinical sample. Journal of Trauma & Dissociation, 3(3), 97–109. https://doi.org/10.1300/J229v03n03_06
Cómo citar esta publicación: Vigo, S. I. y Cabo, C. (2025). El cerebro y los recuerdos en niños: Cómo evitar la desinformación en el aprendizaje. Asociación Educar para el Desarrollo Humano. www.asociacioneducar.com/blog/el-cerebro-y-los-recuerdos-en-ninos-como-evitar-la-desinformacion-en-el-aprendizaje
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