El movimiento es un modulador clave del cerebro: potencia la plasticidad, mejora la memoria, regula emociones y favorece el aprendizaje. Este artículo integra evidencia científica actualizada y propone estrategias prácticas para aplicar movimiento en la escuela, la clínica y el hogar, desde una mirada de neurociencia aplicada.
Introducción
El movimiento es un componente fundamental de la existencia humana y, más allá de sus funciones biomecánicas, actúa como un modulador potente del sistema nervioso central. Durante las últimas décadas, la investigación en neurociencia, psicología y ciencias del ejercicio ha consolidado la idea de que la actividad física no sólo protege la salud cardiovascular y metabólica, sino que también potencia la plasticidad cerebral, favorece el aprendizaje y mejora la salud mental (Gómez-Pinilla, 2008; Hillman et al., 2020).
En este artículo revisaremos los mecanismos por los cuales el movimiento influye en el cerebro, analizaremos la evidencia empírica en distintas etapas del desarrollo (infancia, adolescencia y adultez), y ofreceremos propuestas prácticas para integrar movimiento en la escuela, la clínica de fisioterapia y el hogar. El objetivo es transformar evidencia científica en intervención aplicable.
Mecanismos neurobiológicos que vinculan movimiento y cerebro
1) BDNF y factores neurotróficos: El factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) es una proteína clave que promueve la supervivencia neuronal, la plasticidad sináptica y la neurogénesis.
Estudios en animales y humanos han mostrado que el ejercicio aeróbico y actividades intensas aumentan los niveles de BDNF, lo que se asocia con mejoras en memoria y aprendizaje (Gómez-Pinilla, 2008; de Menezes-Junior et al., 2022).
2) Angiogénesis y perfusión cerebral: El ejercicio promueve la formación de nuevos vasos sanguíneos y mejora la perfusión cerebral, aumentando la entrega de oxígeno y nutrientes y facilitando ambientes metabólicos favorables para la plasticidad (Hillman et al., 2020).
3) Modulación de neurotransmisores y hormonas: La actividad física regula la liberación de dopamina, serotonina, norepinefrina y endorfinas, lo que mejora el estado de ánimo, la motivación y la atención componentes esenciales para el aprendizaje y la consolidación de memoria (Ratey, 2008).
4) Conectividad funcional y eficiencia neuronal: La práctica motora repetida fortalece las conexiones sinápticas y optimiza la eficiencia de redes cerebrales que subyacen tanto al control motor como a funciones ejecutivas y emocionales (Donnelly et al., 2016; Hillman et al., 2020).
Recomendación para profundizar: Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro: el secreto para un cerebro saludable y cómo la actividad física puede ayudar
Evidencia sobre movimiento y cognición en la infancia y adolescencia
La infancia y la adolescencia son periodos de alta plasticidad. Estudios experimentales y metaanálisis señalan que tanto intervenciones crónicas como breves episodios de actividad física pueden mejorar funciones ejecutivas, atención y rendimiento académico (Best, 2010; Donnelly et al., 2016).
Por ejemplo, los estudios muestran que una sesión breve de ejercicio moderado a vigoroso puede mejorar la atención sostenida y la memoria de trabajo de niños en edad escolar (Sibbick et al., 2022). Programas escolares que incorporan educación física de calidad y pausas activas documentan mejoras en conducta, estado de ánimo y rendimiento en tareas cognitivas.
A nivel molecular, revisiones recientes específicas en población pediátrica indican que el ejercicio tiene efectos positivos en BDNF, aunque la magnitud varía según intensidad, duración, edad y tipo de actividad (de Menezes-Junior et al., 2022; Rico-González et al., 2025).
Efectos del ejercicio en adultos y envejecimiento
Aunque gran parte de la literatura se ha concentrado en niños y animales, los estudios en adultos muestran que el ejercicio aeróbico regular puede aumentar el volumen del hipocampo, mejorar la memoria y reducir el riesgo de declive cognitivo (Erickson et al., 2011). Además, en poblaciones con alteraciones neurológicas, la actividad física estructurada puede facilitar la rehabilitación y la reorganización funcional (van Praag et al., 2005).
Aplicaciones prácticas en educación (neuroeducación)
Integrar movimiento en el aula no es una moda: es una intervención basada en evidencia. La neuroeducación propone estrategias concretas para aprovechar los efectos del movimiento sobre la atención y la memoria:
- Pausas activas: de 5–10 minutos cada 30–45 minutos de actividad académica para mejorar la atención inmediata y reducir la fatiga mental (Donnelly et al., 2016).
- Aprendizaje multisensorial: usar dramatizaciones, actividades rítmicas y tareas que impliquen desplazamiento para reforzar conceptos abstractos (Bidzan-Bluma & Lipowska, 2018).
- Micro-sesiones de alta intensidad (HIIE): de 8–10 minutos antes de evaluaciones o actividades que requieran concentración pueden mejorar el rendimiento en tareas de atención (estudios recientes de HIIE en niños).
- Diseño del entorno escolar que promueva movimiento libre: recreos activos, mobiliario dinámico (pelotas de estabilidad, pupitres de pie) y rutas motrices dentro de la escuela.
Estrategias prácticas para fisioterapia y clínica
En el contexto clínico y de rehabilitación, las intervenciones deben basarse en principios de neuroplasticidad (práctica intensiva, variabilidad, feedback y motivación):
- Programas de práctica deliberada y repetida: con tareas funcionales relevantes para el niño o adulto (por ejemplo, circuitos motores que simulen actividades de la vida diaria).
- Integración sensoriomotriz: estimulación propioceptiva, vestibular y táctil combinada con actividades motoras para facilitar la reorganización neural.
- Uso de juegos interactivos y tecnología (exergames, realidad virtual): para aumentar la adherencia y modular la intensidad del ejercicio.
- Evaluación periódica: con medidas funcionales y cognitivas (pruebas de memoria, atención y calidad de movimiento) para ajustar la intervención.
Programas y propuestas concretas: guía práctica de intervención.
A continuación se proponen tres protocolos de intervención, diseñados para distintos contextos:
1. Pausa activa escolar (duración: 10 minutos)
Objetivo: mejorar atención inmediata y reactivar la clase.
- Calentamiento breve (1 min): movilidad articular.
- Circuito de 6 estaciones (1 min cada estación): saltos, equilibrio sobre un pie, lanzamientos suaves, coordinación mano-ojo, carrera en el lugar con rodillas altas, estiramientos dinámicos.
- Enfriamiento y respiración (1–2 min).
2. Programa semanal para niños en edad escolar (duración: 12 semanas)
Objetivo: mejorar funciones ejecutivas y condición física.
- Frecuencia: 3 sesiones semanales de 45 min (combinar aeróbico + coordinativo + fuerza lúdica).
- Componentes: juegos aeróbicos (20 min), tareas coordinativas (15 min), actividades de fuerza con peso corporal (10 min).
- Evaluación: tests de atención, memoria de trabajo y pruebas físicas al inicio y al final del programa.
3. Intervención clínica para retraso motor y dificultades atencionales (duración: 8–16 semanas)
Objetivo: promover reorganización neurológica y mejora funcional.
- Sesiones: 2–3 por semana, 45–60 min.
- Enfoque: tareas funcionales intensivas, integración sensorial, repetición con variabilidad y feedback inmediato.
- Herramientas: juegos, circuitos, plataformas inestables, material propioceptivo y, cuando sea posible, monitorización de la frecuencia cardiaca para dosificar la intensidad.
Evaluación y medidas recomendadas
Para documentar el impacto de las intervenciones se recomiendan medidas objetivas y subjetivas:
- Cognitivas: pruebas de funciones ejecutivas (Stroop, Trail Making Test, tests de memoria de trabajo), tareas de atención sostenida y velocidad de procesamiento.
- Físicas: test de resistencia aeróbica (shuttle run), pruebas de fuerza y coordinación motora.
- Biomarcadores (cuando sea posible): niveles de BDNF en sangre, medidas de neuroimagen (volumen hipocampal), perfiles neurofisiológicos.
- Reportes cualitativos: observación en el aula, cuestionarios de docentes y cuidadores sobre conducta y rendimiento académico.
Limitaciones y consideraciones
Aunque la evidencia es robusta, existen limitaciones:
- la heterogeneidad metodológica entre estudios (tipo de ejercicio, duración, intensidad),
- la variabilidad interindividual y la dificultad para medir cambios cerebrales directos en población pediátrica de forma sistemática (de Menezes-Junior et al., 2022).
También se deben considerar barreras prácticas:
- falta de tiempo curricular,
- recursos limitados en escuelas y reticencia cultural a integrar movimiento en entornos académicos.
Estas barreras requieren soluciones políticas y formación docente.
Conclusiones
El vínculo entre movimiento y cerebro no es un fenómeno aislado ni accesorio: constituye uno de los pilares biológicos y experienciales sobre los cuales se organiza el desarrollo humano. A lo largo de la vida, las experiencias de movimiento moldean la arquitectura cerebral, potencian la eficiencia de las redes neuronales y favorecen la adquisición de habilidades cognitivas, emocionales y sociales esenciales para la adaptación. La evidencia revisada demuestra que el cerebro es un órgano dinámico, profundamente sensible a los estímulos motores, y que dicha relación tiene implicaciones directas para la educación, la fisioterapia, la salud pública y el bienestar general.
Comprender esta relación exige abandonar la visión reduccionista que separa “cuerpo” y “mente”. Hoy sabemos que no existe aprendizaje profundo sin participación corporal: el movimiento activa circuitos atencionales, favorece la consolidación de memoria, optimiza la regulación emocional y estimula la motivación intrínseca. Esto tiene consecuencias trascendentales para el sistema educativo. Una escuela que continúa privilegiando la quietud prolongada y el aprendizaje exclusivamente sedentario está actuando en contravía de lo que la neurociencia ha demostrado sobre cómo aprende el cerebro. Integrar el movimiento no es una estrategia complementaria, sino un requisito para garantizar aprendizajes significativos, sostenibles y auténticos.
Asimismo, en el campo terapéutico, el movimiento es un agente de reorganización cerebral cuyo potencial transformador todavía no se ha explotado plenamente. La fisioterapia basada en neuroplasticidad, la estimulación multisensorial, el aprendizaje motor orientado a tareas y la actividad física estructurada representan intervenciones de bajo costo y alto impacto, capaces de mejorar la funcionalidad, la autonomía y la calidad de vida de poblaciones con dificultades del desarrollo, condiciones neurológicas o trastornos de aprendizaje. El desafío actual consiste en trasladar estas evidencias a programas clínicos y comunitarios que sean accesibles, culturalmente pertinentes y sostenibles en el tiempo.
De igual manera, resulta fundamental reconocer que el movimiento no solo impacta dimensiones cognitivas o motoras, sino también el bienestar emocional. En una época en la que los niveles de ansiedad, estrés y sintomatología depresiva en niños, adolescentes y adultos han aumentado significativamente, la actividad física emerge como una herramienta protectora respaldada por evidencia robusta. La modulación de neurotransmisores, la activación de sistemas límbicos y los efectos sobre la resiliencia emocional confirman que el movimiento es una vía biológica natural para preservar la salud mental. Este componente cobra aún más relevancia en un mundo marcado por el sedentarismo digital, la hiperestimulación y la reducción de experiencias corporales espontáneas.
Los hallazgos revisados también plantean un llamado urgente a las familias y cuidadores. La infancia, especialmente los primeros cinco años, constituye una ventana crítica para el desarrollo. Promover experiencias ricas en movimiento juego libre, actividades al aire libre, exploración sensorial, interacción corporal con el entorno es una responsabilidad compartida que impacta directamente la maduración cerebral y la preparación para aprendizajes futuros. Un niño que se mueve, que explora y que juega construye un cerebro más flexible, más fuerte y más eficiente.
Sin embargo, para que este conocimiento se traduzca en transformaciones reales, se requiere un cambio cultural profundo. Es necesario que instituciones educativas, sistemas de salud, gobiernos locales y familias reconozcan que el movimiento no es entretenimiento, ni una pausa, ni un accesorio. Es una forma de aprender, de regularse, de construir vínculos y de desarrollar inteligencia en todas sus dimensiones. Replantear espacios, rutinas y expectativas, así como garantizar políticas públicas que protejan el derecho al juego, al movimiento y a ambientes saludables, constituye una tarea urgente.
En síntesis, el movimiento es una de las formas más poderosas de favorecer el desarrollo cerebral y el bienestar humano. Su impacto trasciende la motricidad:
- se expresa en la cognición,
- la emoción,
- la conducta,
- la creatividad
- y la salud integral.
Por ello, el compromiso interdisciplinar es esencial: educadores, fisioterapeutas, psicólogos, familias e instituciones deben trabajar de manera articulada para devolver al movimiento el lugar fundamental que le corresponde en la vida cotidiana, en los espacios de aprendizaje y en las intervenciones terapéuticas.
El reto que queda planteado es claro: ¿cómo diseñar entornos domésticos, escolares, urbanos y clínicos que garanticen que el movimiento sea un eje estructural del desarrollo humano? Responder esta pregunta será clave para construir sociedades más saludables, más humanas y más preparadas para enfrentar los desafíos contemporáneos. Lo que está en juego no es solo el cuerpo, sino el cerebro, la calidad de vida y el futuro de la infancia y la adultez.
Recomendación para profundizar: El Cuerpo y el Movimiento desde la Mirada Japonesa: una Experiencia Vivencial para la Educación
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Referencias:
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Cómo citar esta publicación: Amaya Cordoba, A. C. (2025). Movimiento y cerebro: cómo el movimiento transforma la estructura y el funcionamiento cerebral. Asociación Educar para el Desarrollo Humano. https://asociacioneducar.com/blog/movimiento-y-cerebro-como-el-movimiento-transforma-la-estructura-y-el-funcionamiento-cerebral/
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