El estudio de los ritmos circadianos despertó sumo interés durante las dos últimas décadas. Cuando se habla de ritmos, podemos ver cómo toda nuestra vida y el universo están poblados de ellos: el día y la noche, las estaciones del año y los cambios de temperaturas son ritmos externos a nosotros, pero que afectan a nuestra unidad cuerpo cerebro mente (UCCM).

¿Cómo influyen los ritmos circadianos en nuestra vida?

Fecha 04 de Marzo de 2013

Artículo de uso libre, sólo se pide citar autor y fuente (Asociación Educar).


La ciencia que estudia la organización temporal y las características de los procesos cíclicos que se producen en los seres vivos es la cronobiología, una disciplina que se desprende de la fisiología. 

El concepto del ritmo biológico surgió en el siglo XVIII, pero no fue hasta 1960 que se sentaron las bases de la cronobiología como ciencia. Si bien existen diversos tipos de ritmos cronobiológicos (los hay de 28 días –mensual-, de 3 meses –estacional- e incluso a los ritmos climatéricos), los más estudiados son los ritmos circadianos. Estos duran aproximadamente 24 horas y permiten que el organismo se adapte a los ciclos día-noche. La palabra circadiano proviene de circa; alrededor, y dies: día. 

A la hora de examinar los ciclos, se puede observar que existen animales cuyo momento de mayor actividad es durante el día, como, por ejemplo, los pájaros; en cambio, otros se activan por la noche como los murciélagos.

Esta conducta también se repite en los seres humanos. De hecho, es posible encontrar personas que se sienten muy activas por la mañana temprano y necesitan descansar o bajar su ritmo a medida que oscurece. Estas personalidades son caracterizadas como matutinas y algunos las llaman “alondras”. Otros, por su parte, son individuos vespertinos y necesitan levantarse tarde e irse a dormir después de la medianoche. A ellos se lo puede denominar como los “búho”. Por último,  están los intermedios que no tienen ninguna de estas tendencias extremas: se activan después que los matutinos y se acuestan antes de los vespertinos.

¿De qué modo regula el cuerpo estos ritmos biológicos? La respuesta está en el hipotálamo, más precisamente por el núcleo supraquiasmático. Este núcleo recibe información de la retina y del resto de los órganos sensoriales.

Las variaciones en los ritmos se deben a la secreción diurna de cortisol y a la secreción nocturna de melatonina (se la llama la hormona de la oscuridad, pues se libera cuando el cerebro no recibe señales lumínicas). Si bien los ciclos circadianos son endógenos, cuando falta un fuerte estímulo lumínico, como lo es el estímulo solar, los ritmos de 24 horas pueden pasar a ser de 25 y llegar hasta de 33 horas. Esta prolongación del los ciclos afecta la unidad cuerpo cerebro mente (UCCM) y puede generar desequilibrios tanto en la salud  física como psíquica.

Existen otros factores que interrumpen el normal funcionamiento de estos ritmos: uno de ellos es el Jet Lag, también conocido como descompensación horaria, disritmia circadiana o síndrome de los husos horarios. Este desequilibro se produce cuando se realizan largos viajes y se pasa de un huso horario a otro distinto. Los cambios en los horarios laborales y, especialmente, los trabajos nocturnos también generan sufrimiento en el organismo. Ante cualquiera de estas dos situaciones, aparecen respuestas como el cansancio, el desgano, el insomnio, la irritabilidad, la depresión, e, incluso, los trastornos cardíacos.

Otro tipo de jet lag es el social; este síndrome está relacionado con la falta de sincronización entre el reloj corporal y el horario de nuestros quehaceres cotidianos. Produce respuestas como las anteriores, pero, además, según los estudios de Till Roenneberg, de la Universidad de Munich en Alemania, publicados en la revista Current Biology, también es responsable de la mayor tendencia que existe a la obesidad, de que haya mayor alcoholismo, se consuman más cigarrillos y cafeína. Roenneberg considera que “debemos aprender a tener presente que nuestros ritmos actuales, con mucho menor tiempo de descanso, no pueden seguir si deseamos estar sanos”.

Asimismo, otros trabajos realizados en el campo de la cronobiología, de los cuales se desprende una nueva rama la cronopsicología, incluyen a la dimensión temporal en el estudio científico de los comportamientos. Las investigaciones fueron realizadas por Anna Muro y Monserrat Gomá, del departamento de psicología de la salud de la Universidad Autónoma de Barcelona, y por Ana Adan, profesora del Departamento de Psiquiatría y Psicobiología Clínica. Las observaciones permitieron detectar ciertas diferencias entre las personas matutinas y las vespertinas. Asimismo, trataron de dar respuesta, en términos de adaptación biológica, a las tendencias que los humanos tenemos ante las exigencias evolutivas del entorno.

A partir de las exploraciones realizadas, se concluyó que los ritmos circadianos y la exposición a la luz solar deben ser considerados en los ámbitos educativos, laborales, sociales, en la vida personal y en el diseño de cronogramas de actividades, para cuidar de nuestra UCCM y, al mismo tiempo, facilitar una mejor respuesta de cada uno de nosotros a las demandas del ambiente.

Si bien como en toda disciplina científica quedan muchos interrogantes y camino por explorar, la cronobiología y la cronopsicología amplían la visión que podemos tener sobre nosotros mismos y, conjuntamente, nos permiten reflexionar sobre nuestras diferencias, comprenderlas e iniciar un camino de respeto. También nos sirven como herramientas que nos hacen comprender qué nos afecta en el corto y en el largo plazo.

Por todo lo expresado, es interesante el valor que cobra el estudio de los ritmos biológicos y la importancia que tienen para la comprensión de nuestra calidad de vida.

Para cerrar esta nota propongo unas preguntas, para así reflexionar sobre las respuestas y, si se considera oportuno, hacer algunos ajustes en nuestro estilo de vida:

Si soy (matutino o vespertino): ¿Mis horarios de trabajo respetan mi tendencia natural?

¿Realizan los integrantes de mi equipo de trabajo las tareas que exigen su máximo potencial en los horarios que sus ritmos circadianos están en su mayor nivel?

¿Estoy el suficiente tiempo al aire libre o en contacto con una ventana para que mi cerebro (núcleo supraquiasmático del hopotálamo) pueda recibir los estímulos medio ambientales necesarios?

¿Mi equipo cuenta con tiempo para estar al aire libre o con espacios que le den contacto con los estímulos medio ambientales que les permitan sincronizar sus relojes internos?

¿Estudio en horarios que están acordes con mis ciclos circadianos?


Referencia:

  • Muro, A., Gomà-i-Freixanet, M., & Adan, A. (2009). MORNINGNESS-EVENINGNESS, SEX, AND THE ALTERNATIVE FIVE FACTOR MODEL OF PERSONALITY, Chronobiology International, 26:6, 1235-1248. DOI: 10.3109/07420520903240491