
Una poción de amor
Érase una vez, en un lugar indeterminado, en un fragmento cualquiera del tiempo, un brujo que había aprendido a preparar todas las pociones mágicas conocidas y otras de su propia invención.
Había logrado hacerse un lugar en la sociedad y estableció un negocio muy rentable de pociones por encargo.
Lo maravilloso de su arte radicaba en el uso de ingredientes desconocidos para otros profesionales del ramo. Mientras sus colegas y competidores recorrían toda la comarca en busca de verrugas de sapo, murciélagos a los cuales arrancarles los ojos, lagartijas dispuestas a desprenderse de su cola, serpientes y otras bellezas usuales en el rubro, él no se movía de su casa.
Sus pociones eran las más exitosas de todas, siempre y cuando los que las encargaran siguieran algunas sencillas instrucciones.
¿Cuál era el secreto? Aquí comienza nuestro relato.
Nuestro hechicero recibió un pedido muy importante: una poción de amor.
Inmediatamente, comenzó a buscar en sus enormes libros polvorientos una receta magistral que había utilizado en numerosas ocasiones. En todas ellas con éxito garantizado.
Descartó las que involucraban plumas de fénix, escamas de dragón, ojos de un ahorcado o ralladura de mandrágora. Esas eran supercherías para engañar incautos. Y él tenía una muy buena reputación ganada por su honestidad profesional.
Tomó de un estante su recipiente para pociones mágicas, vertió en él unos cuantos microgramos de oxitocina, una pizca de noradrenalina, dos picolitros de endorfinas y un pelín de serotonina. Lo espolvoreó todo con un poco de dopamina, le agregó al final una gota (¡solo una!) de ácido gamma-aminobutírico para controlar cualquier exceso que pudiera provocar el uso de este menjunje y… ¡¡¡Voilà!!!
¡¡¡He aquí la única poción de amor infalible!!!
A esta altura ya te habrás dado cuenta de que ese exitoso brujo no es otro que nuestro cerebro: tiene a su disposición, en sus anaqueles y alacenas, todos los ingredientes imaginables para cualquier cosa que se nos ocurra encargarle.
Y lo mejor de todo es que trabaja gratis para nosotros, 24 hs al día, los 365 días del año.
Pero, ¡cuidado con lo que le encargamos!
Él no distingue un pedido de otro. Va a trabajar con el mismo ahínco para prepararnos una poción de “Alcanzá tu sueño” que en otra de “La vida es una porquería”.
Entonces, si las cosas no nos están resultando como queremos, no acusemos al brujo. Más bien, comencemos a revisar qué tipo de pedido le estamos haciendo.
Bibliografía:
- Fisher, H., Aron, A., & Brown, L. L. (2005). Romantic love: an fMRI study of a neural mechanism for mate choice. J Comp Neurol, 493(1), 58-62. doi: 10.1002/cne.20772
- Acevedo, B. P., Aron, A., Fisher, H. E., & Brown, L. L. (2012). Neural correlates of long-term intense romantic love. Soc Cogn Affect Neurosci, 7(2), 145-59. doi: 10.1093/scan/nsq092
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