
Pobreza mental cero
Cuando acontecen cambios en los gobiernos, muchas personas disparan procesos mentales de entusiasmo y su cerebro libera dopamina generando ilusiones. Se percibe el estímulo externo de los discursos que le dan sentido a lo que se escucha y se los interpreta según los propios esquemas mentales, combinando poco conocimiento con intensa necesidad emocional.
Los discursos de educación han transitado mayormente por dos carriles: las generalizaciones para crear ilusiones –fijar como prioridad la educación– y las satisfacciones populistas de supervivencias sociales y económicas. Por estas avenidas discursivas han circulado los relatos, tapando baches para disminuir los choques, rasgándose las vestiduras ante los graves emergentes de niños analfabetos y jóvenes que no comprenden lo que leen, ofreciendo dádivas populistas a los docentes para que continúen con su ajetreado trabajo de enseñar como puedan.
En este sistema caótico, se mal-educa lo más preciado que tenemos: nuestros niños y jóvenes. Concurren día a día a las aulas estilo celdas en las que conviven los anquilosados curriculums, el aburrimiento y la ausencia de sentido como una forma pedagógica instalada, los textos escolares como únicas herramientas de transmisión de conocimientos y las evaluaciones como “prácticas clasificadoras que pretenden medir lo bueno y lo malo y que manipulan, dividen y controlan a los niños” (Dahlberg y Lenz Taguchi, 1994).
En este siglo, los youtubers ¿aprenden? con tizas y negros pizarrones, sentados por muchas horas en pupitres en fila al estilo fábrica de autos del siglo pasado; en aulas cerradas a la vida , y en escuelas y universidades que arrastran un pasado en donde el discurso dominante es llenar de información cerebros. Algunos maestros y profesores han dejado de investigar las ciencias del conocimiento e imparten solo contenidos de sus asignaturas, en una única y uniforme manera de pensar y en estilos pedagógicos ya agotados. Aún no ha aflorado la gran autovía del siglo XXI, con una visión de país creativo, inserto en el mundo global, que ofrezca reales oportunidades para que se creen nuevos significados de vida.
De pobreza cero a pobreza mental cero
Del discurso de pobreza cero se puede pasar a un cambio en el lenguaje que “problematice” las ideas de la educación y genere un discurso que pase a la acción de pobreza mental cero. Este discurso implicaría la re-evolución de los lenguajes, la de construcción de los paradigmas imperantes, la re-creación de sentido y un debate pluralista con una perspectiva ética del encuentro. Emerge así un nuevo paradigma que entiende la infancia con una imagen del niño: “que es rico en potencial, fuerte, poderoso y competente, dotado de fuerzas y capacidades sorprendentes y extraordinarias” (L. Malaguzzi, fundador Escuelas Reggio Emilia, Italia).
En este siglo, rico en descubrimientos de la neuroconciencia, visualizamos a los niños equipados con un cerebro con múltiples talentos y a niños creativos capaces de acción propia y “co-constructores de conocimiento, entidad y cultura” (Dahlberg – Moss – Pence, 1999). Estos niños se educan en espacios ricos, espacios que funcionan como “tercer maestro”, en donde se derriban las paredes para pasar a tener ambientes flexibles y acogedores.
Se crean zonas para desarrollar las inteligencias múltiples y las cien formas de hablar y de escuchar, con materiales que están al servicio de la creatividad, la ciencia y la curiosidad. Así vemos a los niños caminar, reunirse en grupos en mesas redondas, leer el libro elegido en un lugar cómodo, crear un proyecto grupal o propio, asombrarse y preguntarse sobre lo que hay en las mesas de provocaciones, profundizar con las herramientas digitales y detenerse en espacios tranquilos que invitan a ser escuchado para juntos reflexionar sobre cómo se piensa. En estos espacios todos pueden aprender, porque todos son diferentes y diferentes son las oportunidades y las opciones para elegir. En estos espacios y tiempos escolares hay “educación especializada, ayuda personalizada y guía individual” (Pasi Sahlberg, Finlandia).
Riqueza mental con adultos reflexivos
El verdadero desafío y cambio hacia la riqueza mental requiere de adultos que hagan de la reflexión y la investigación una nueva cultura educativa: cambia la manera de aprender, se modifican los modos evaluar y la forma de enseñar. Nuestros chicos necesitan que desafiemos los discursos y los estilos pedagógicos imperantes. Estas decisiones desnudan algunas limitaciones sociales de aquellos que en la zona de comodidad instalan juicios como verdades. “Debemos aprender a cambiar. La razón por la cual las cosas no cambian es porque nosotros no cambiamos. Si queremos que nuestros niños aprendan, debemos cambiar el contexto en el que aprenden y la forma en la que aprenden” (E. Jensen, 2009). Y si queremos cambiar nuestros modelos mentales, podemos desarrollar nuestra capacidad de libertad autónoma, ser creativos y volver a que nuestra profesión sea prestigiosa como lo es nuestra meta.
Pobreza cero es el sueño de gestión social y laboral del gobierno actual. Los educadores podemos actuar con esperanza, con pasión, convicción y confianza para lograr erradicar la pobreza mental y así lograr generar riqueza en las mentes de los niños y jóvenes argentinos.
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