Si bien hace unos años se pensaba que no se podía hacer frente a los deterioros cognitivos que se generaban en el cerebro, el descubrimiento de una propiedad conocida como neuroplasticidad permite tomar cartas en el asunto a través de modificaciones en estilo de vida de cada persona.

Neuroplasticidad, cerebro social y estilo de vida

Fecha 19 de Febrero de 2018

Antiguamente el desconocimiento por parte de la ciencia y, por lo tanto, de la sociedad acerca del funcionamiento cerebral, su dinámica y el modo en que es afectado por la relación con el ambiente, había llevado a pensar que no hay nada por hacer contra el deterioro de las funciones cognitivas o envejecimiento (pérdida de algún tipo de memoria, disminución de la atención, lentificación del razonamiento, tareas motrices, etc.).

¡Pero esa información es incorrecta! Si bien a lo largo del tiempo se lentifica la plasticidad neuronal, hoy se sabe -gracias a la tecnología que se dispone en los estudios cerebrales (resonancia magnética funcional, emisión de positrones, tomografía por contraste, etc.)- que existe una propiedad llamada NEUROPLASTICIDAD.

¿Qué es la plasticidad neuronal?

Es la capacidad que tiene cada individuo en su cerebro de realizar cambios en la forma, función y conexión de sus neuronas para poder adaptarse mejor al ambiente. Así podrá responder de un modo más eficiente a las exigencias del medio, ya sea tanto en sus comportamientos, pensamientos e, incluso, emociones.

Es por ello que no importa tanto la cantidad neuronal, sino la cantidad de conexiones. ¿Por qué? Porque ello es lo que formará múltiples circuitos para responder más flexible y adaptativamente -por lo tanto, con mayor funcionalidad- a los cambios o retos del ámbito en el cual vivimos y nos movemos.

Teniendo en cuenta estos datos que nos aporta la neurociencia, ¿cómo podemos hacer uso de ellos?

Entendemos como “estilo de vida” al conjunto de hábitos o conductas que una persona realiza en un determinado momento, teniendo estos una característica relativamente estable, aunque bien pueden mutar por múltiples variables, eventos inesperados o situaciones traumáticas.

Pero, ¿qué sucede si nuestro estilo de vida no es funcional? Es decir, si no es saludable para con nosotros mismos. Por ejemplo, comer en exceso, mirar muchas horas de televisión, el sedentarismo, pocos vínculos sociales o aislamiento, fumar y un largo etcétera que cada uno podrá identificar fácilmente.

Ahí es donde los hallazgos y descubrimientos de la neurociencia nos aportan modos de modificar y mejorar nuestra calidad de vida.

¿Cómo? Los hallazgos de los últimos años aportan esperanza en la modificación y el mejoramiento de vida, dando cuenta de que nuestro cerebro puede cambiar si, por ejemplo, padecemos alguna lesión específica y puede compensarse desde otro lugar. El aprendizaje nunca termina, lo que sí puede llevar más tiempo y, sabiendo todo esto, se puede realizar una “rehabilitación” o estimulación para entrenar aquellas cuestiones con las cuales tengamos dificultades.

En el modelo que mencionamos anteriormente sobre una persona sedentaria, sin vínculos sociales, fumadora, etc., supongamos que consulta a su médico por problemas de memoria, por padecer depresión o por algún problema o dolor corporal.

La neurociencia también nos ha ofrecido evidencia de que el desarrollo de nuestro cerebro y el aumento del rendimiento de nuestras capacidades gran parte se debe al estímulo de los vínculos sociales.

Es por ello que muchos neurocientíficos marcan que nuestro cerebro es social y necesita sociabilizar. Es decir, a partir de relacionarnos con otros y, gracias a su característica de plasticidad, es decir, nuestra predisposición al cambio para una mejor adaptación, podemos estimular áreas y desarrollarlas con mejor eficiencia (menor costo, mayor beneficio) que quienes que tienen pocos vínculos sociales.

Lo que se quiere destacar es que ante la dificultad presentada (depresión, dolores, etc.) es probable que el médico derive a un neurólogo, neuropsicólogo o psicólogo, para el estudio del paciente y se detecte que el estilo de vida que está llevando no es funcional tanto para sus huesos, músculos y cerebro. Por lo tanto, no lo será para sus funciones mentales o cognitivas. Entonces se propondrá una rehabilitación, entrenamiento o tratamiento, realizando cambios ambientales para la modificación de áreas cerebrales.

Se evidenció que el hecho de realizar actividades y aumentar la cantidad de relaciones interpersonales mejora el estado anímico, por lo que se le podría proponer a una persona una agenda de acciones para mejorar su ánimo. Eso impactaría en su cerebro, aumentando la cantidad de serotonina, un neurotransmisor y mensajero químico entre las neuronas que, entre otras funciones, regula el estado de ánimo.

El ejercicio físico, una correcta dieta y un estilo de vida saludable evidencian neurogénesis del hipocampo en las neuronas (uno de los sectores de la memoria). Esto afecta positivamente (cantidad de serotonina, dopamina o noradrenalina) a la motivación y la vigilancia.

Por lo expuesto, podemos observar cómo el cerebro posee una estructura moldeable: con diferentes estímulos se pueden generar cambios en él. Estas modificaciones se manifestarán en nuevos comportamientos, pensamientos y emociones. A su vez, el nuevo estilo de vida reforzará estos cambios, haciéndolos más duraderos. De esta manera, nuestro cerebro no solo es plástico y moldeable, sino que aprende continuamente, creando nuevas redes neuronales. También al repetir las nuevas conductas se reforzarán las conexiones interneuronales. Por ejemplo, si siempre realizamos un mismo hábito, las neuronas o la parte del cerebro que se ocupan de esa acción, pensamiento o emoción, tenderán a repetirse, como cuando uno viaja a algún sitio y por economía neurológica solemos ir por el mismo lugar para mientras realizar otras actividades. Así se “automatiza” el patrón de comportamientos y uno puede enviar mensajes por celular mientras camina o manejar un vehículo sin pensar conscientemente en el recorrido.

Sin embargo, si un individuo decide variar su ruta, esta nueva acción a partir de una decisión voluntaria y consciente (es importante tener en cuenta esto, ya que uno puede hacer cosas para estimular cambios en el cerebro) es probable que requiera más esfuerzo mental, mayor atención, conocer las nuevas calles, dedicarse solo a eso (y ya no mirar el celular). Esto crea y genera cambios en el cerebro, nuevas conexiones, un esfuerzo que, a pesar de eso, nos beneficia porque genera flexibilidad (la capacidad de responder de distintas maneras ante la resolución de un problema).

Mientras más nos esforcemos en una tarea que demande esfuerzo mental, más aumentará nuestro cerebro su capacidad funcional. Es decir, creará nuevas conexiones, conectará neuronas de diferente manera y aumentará o disminuirá los neurotransmisores que se manifestarán en una mejor calidad de vida, o en un envejecimiento saludable, por decirlo de algún modo.

A través del tiempo, la plasticidad del cerebro va disminuyendo, especialmente en el adulto mayor. Sin embargo, la buena noticia es que eso puede estimularse y trabajarse. ¿Cómo? La neurociencia ha aportado sus conocimientos al servicio de la sociedad para mejorar la calidad de vida. De nada sirve tener el conocimiento, pero no llevarlo a la práctica.

De hecho, hoy sabemos gracias a estudios cerebrales de individuos realizando tareas que la lectura incrementa la atención, además de estimular y mejorar la memoria. Por su parte, la resolución de problemas genera flexibilidad y la meditación, a su vez, favorece el control de los impulsos y el aprendizaje de cosas novedosas.

Toda situación que nos saque de nuestra zona de comodidad, rutinas y hábitos para adentrarnos en una zona de aprendizaje acorde con nuestros valores, posibilita cambios cerebrales y en nuestros esquemas cognitivos.

Hoy es posible trabajar intensamente en individuos que han tenido alguna lesión cerebral para recuperar funciones, estimularlas, o con personas de distintas edades, reforzando alguna capacidad específica, teniendo en cuenta las tareas que se pueden realizar conociendo mejor nuestro cerebro y sistema cognitivo o de aprendizaje. Por ejemplo, alguien que presenta problemas de atención o memoria, trabajará sobre ello, sabiendo que habrá modificaciones porque hay una base neural modificable que las sostiene.

Actualmente sabemos cuáles son los alimentos que le hacen bien al cerebro y cuáles no. También conocemos cuál es la injerencia de las drogas y toda esta información está al servicio de la sociedad para poder llevar una buena salud y estilo de vida funcional.

Asimismo, se está trabajando mucho con el sistema educativo con el modo en el que las neurociencias pueden aportar a la educación. Esto es muy importante ya que aporta ítems clave a la hora de generar el espacio de aprendizaje conjunto.

Todos los seres humanos poseemos el mismo cerebro en cuanto a la forma. Si bien existe una pequeña diferencia en el tamaño, hombres y mujeres tenemos los mismos hemisferios, lóbulos, etc. Entonces, ¿qué nos hace ser diferentes entre nosotros?

Lo que nos hace ser únicos y tener lo que podemos llamar personalidad o forma de ser es el modo en que funciona nuestro cerebro: como un gran software que opera distinto en cada persona.

Las variables son muchas: información genética, número de conexiones, tipo de conexiones neurológicas, cantidad de neurotransmisores, el ambiente en el que nos movemos y todo el aprendizaje que se obtiene cerebro-genes-ambiente. También las relaciones y experiencias que mantenemos, nuestra crianza y muchas variables que moldean el funcionamiento cerebral que se expresará en una forma de “ser”, que a su vez, puede ser modificada, con esfuerzo, paciencia y empatía.

La importancia de lo social es una variable muy fuerte. Es decir, tiene mucho peso en la forma en que moldea nuestras conexiones neurológicas, manifestándose en un tipo de carácter, procesos cognitivos específicos, los amigos, la familia, etc.

Por esto,conociendo la capacidad neuroplástica que tiene nuestro cerebro, es conveniente la buena difusión de estas capacidades; hacer uso de las mismas en la vida diaria y en la vida cotidiana; difundirlas en colegios y en la comunidad, para que se sepa que uno es y puede ser activo y generar cambios a voluntad en su cerebro.


Bibliografía:

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