
Neuromito #7: Escuchar música de Mozart vuelve a los estudiantes más inteligentes
Se denomina "Efecto Mozart" a la serie de supuestos beneficios cognitivos que produce el hecho de escuchar la música compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart.
En los últimos años se ha vuelto muy popular el llamado “Efecto Mozart”. Según quienes defienden la existencia de este fenómeno, escuchar la música del compositor austríaco, en especial sonata K448 para dos pianos de Mozart, aumenta la inteligencia y otras capacidades cognitivas, sobre todo durante el desarrollo temprano del niño.
¿Qué es aquello que se conoce como “Efecto Mozart”?
Se conoce como “Efecto Mozart” a la hipótesis que propone que escuchar la música de Mozart aumenta la inteligencia y tiene beneficios cognitivos en bebés y en niños pequeños, aunque también estos efectos se generarían, además, en adultos.
La mayoría de estudios que han investigado la existencia de este fenómeno se han centrado en la sonata K448 para dos pianos de Mozart. Se atribuyen propiedades a otras composiciones para piano del mismo autor y a muchas obras similares en cuanto a estructura, melodía, armonía y tempo.
De un modo más amplio, este concepto puede utilizarse para hacer referencia a la idea de que la música, especialmente la clásica, resulta terapéutica para las personas y/o aumenta sus capacidades intelectuales.
Orígenes del mito y la proliferación del mismo
El efecto Mozart se popularizó en los años 90 con la aparición del libro Pourquoi Mozart? (¿Por qué Mozart?), del otorrinolaringólogo francés Alfred Tomatis, que acuñó el término. Este investigador afirmó que escuchar la música de Mozart podía tener efectos terapéuticos en el cerebro y promovería su desarrollo.
No obstante, fue Don Campbell quien popularizó el concepto de Tomatis mediante su libro The Mozart Effect (El efecto Mozart). Campbell atribuyó a la música de Mozart propiedades beneficiosas “para curar el cuerpo, fortalecer la mente y liberar el espíritu creativo”, como reza el título extendido del libro. Además, pone especial énfasis en el supuesto poder de la música sobre las funciones ejecutivas que intervienen en el aprendizaje. Se comparte el siguiente testimonio que presenta Campbell en su libro El Efecto Mozart, 1997, al principio del capítulo 7, titulado Intelecto Sónico:
“Bobby era un chico hiperactivo de mi clase; no se podía estar quieto ni callado; se pasaba el tiempo gritando e intimidando a los demás niños. Cuando escribía una composición, se podía sentir la rabia y la tensión que llevaba dentro; la fuerza enrollada de su personalidad se imprimía en las palabras de la página. En su casa, su comportamiento era igual de desmadrado, y sus padres habían renunciado a controlarlo. Al cabo de unos meses de acosarlo con imágenes de alimentos o de actividades que le gustaban, por fin conseguí que cerrara los ojos y entonara: <Ummm, ummm>. Eso lo hizo durante varios minutos y se produjo un cambio sorprendente: se le relajaron los hombros y le bajó el tono de la voz. Los demás profesores también observaron cuando canturreaba, o cuando comenzaba el día canturreando unos minutos, se le aflojaba notablemente la tensión nerviosa. Cuando al año siguiente participó de actividades musicales cambió todo el ambiente de la escuela. Después de todos sus años de supervisar a maestros que tienen que vérselas con niños como Bobby, el ex director de una escuela de enseñanza básica de Washington DC me comentó: <El profesor de música de nuestra escuela ha tenido más éxito con una patada, dos patadas, tres patadas, cuatro [canción infantil inglesa] que el que han tenido todos los psicólogos, psiquiatras y orientadores de niños en la estabilidad inducida por fármacos>. Y el efecto no solo se produce en el crecimiento emocional. En un estudio realizado en Texas, se comprobó que los alumnos que participan en una orquesta tienen puntuaciones más altas que el promedio en las pruebas estandarizadas de aptitud académica. Desgraciadamente, debido a la falta de comprensión por parte del público de la importancia de la música para el desarrollo neurológico, se están reduciendo los fondos destinados a educadores de música y arte.”
La obra de Campbell se basó en un estudio de los investigadores Frances Rauscher, Gordon Shaw y Catherine Ky, publicado pocos años antes en la revista Nature. No obstante, este estudio mostró sólo una leve mejora del razonamiento espacial hasta un máximo de 15 minutos después de escuchar la sonata K448.
Artículos de numerosos periódicos, incluyendo algunos muy prestigiosos como el New York Times, también contribuyeron a la actual fama del efecto Mozart.
Después de la publicación de toda esta literatura empezó a formarse un negocio en torno a recopilaciones musicales con supuestos beneficios intelectuales, especialmente para niños, dado que Campbell escribió también el libro El Efecto Mozart para niños.
Investigaciones sobre el efecto Mozart
Las afirmaciones hechas por Campbell y por los artículos mencionados exageraron claramente las conclusiones del estudio de Rauscher et al. (1993), que encontró sólo pruebas leves de una posible mejora a corto plazo del razonamiento espacial. En ningún sentido se puede extraer de la investigación existente que la música aumente el cociente intelectual, al menos de forma directa. En general, los expertos afirman que el Efecto Mozart es un elemento experimental que quedaría explicado por los efectos euforizantes de algunas obras musicales y por el aumento en la activación cerebral que provocan. Ambos factores se han relacionado con la mejora de las funciones cognitivas a corto plazo. Sí se sabe que la música tiene efectos positivos. En tal sentido se puede afirmar lo mismo sobre los efectos de la música de Mozart, los Rolling Stones, Serrat… el efecto es idéntico: el escuchar música provoca un post efecto incrementando la atención para la tarea a realizar y el propio aprendizaje de la música es una actividad tremendamente recomendable.
Por tanto, los beneficios del efecto Mozart, que es real en cierto modo, no son específicos de la obra de este autor ni de la música clásica, sino que son compartidos por muchas otras composiciones e incluso por actividades muy diferentes, como puede ser la lectura o el deporte.
Por otro lado, y aunque no se ha demostrado que escuchar música clásica durante el desarrollo temprano sea necesariamente beneficioso, la práctica de un instrumento musical puede favorecer el bienestar emocional y el desarrollo cognitivo de los niños. Algo similar sucede con otras formas de arte y creatividad.
El Efecto Mozart: mito y realidad
Mito: la audición de una pieza de música clásica, y en particular de Mozart, hace que el niño sea más inteligente al aumentar alguna de sus funciones ejecutivas –capacidades relacionadas con la gestión de las emociones, la atención y la memoria que permiten planificar y tomar decisiones adecuadas– y por ello alcanzará un mayor dominio de asignaturas como la lengua y las matemáticas.
Realidad: no se han encontrado mejoras significativas en las habilidades cognitivas de las personas expuestas a la música de Mozart, así como ninguna mejora en el coeficiente intelectual.
Un importante grupo especializado en neurodidáctica ha desmitificado el artículo Musical and spatial task performance, publicado en Nature en 1993 y realizado por investigadores del Centro de Neurobiología del Aprendizaje y la Memoria de la Universidad de California. En el trabajo se asegura que escuchar a Mozart ayuda a organizar la actividad de las neuronas en la corteza cerebral, reforzando los procesos creativos y la concentración. Sin embargo, “las conclusiones fueron malinterpretadas y simplificadas por políticos estadounidenses y por parte de la comunidad educativa”.
La creencia se propagó tanto que, incluso, en 1998 el estado de Florida, USA, aprobó una ley que impulsaba a las guarderías públicas a que los niños escuchasen al menos una hora de música clásica al día.
Pero no sólo lo anterior llama la atención. Cuando una creencia está tan instalada, se le suelen atribuir aseveraciones científicas no verificadas y se justifican resultados a partir de tal creencia. Por ejemplo, las mismas escuelas de La Florida, de las que se hizo mención en el párrafo anterior, informaron de mejoras en el rendimiento académico tras la medida.
Esta es una información para tener muy cuenta especialmente en un periodo en que varios países se encuentran discutiendo sus respectivos modelos educativos. Las neurociencias, y en particular la investigación neuroeducativa, tienen un lugar en la escuela sólo si se interpretan los mensajes de la comunidad científica correctamente.
Si Mozart no es el efecto, ¿no sirve?
El hecho de que “Efecto Mozart” sea un mito, no significa que la música no tenga ningún efecto en o razón para escucharse o ejecutarse.
En otros artículos se menciona que por diferentes vías se llega a la conclusión de que no es lo mismo una exposición pasiva a la música que la participación activa en la formación musical. Y es esta segunda opción la que no ha de faltar en una currícula educativa, pues es claro que la enseñanza de la música y su práctica contribuyen al desarrollo integral de la persona, sobre todo si se empieza desde las edades tempranas. Además, sí se ha demostrado que la música tiene otras implicaciones de carácter terapéutico y, como se mencionó anteriormente, producto de la estimulación musical se observan post efectos que definitivamente están vinculados a estados emocionales.
Para leer más:
- La música puede afectar nuestro estado de ánimo y el modo en que percibimos el mundo: http://asociacioneducar.com/musica-estado-animo
Para mirar:
- Los sonidos del aprendizaje, La música y su melodía pueden ser nuestras aliadas a la hora de aprender e influir sobre las emociones, por el Lic. Rodrigo Álvarez- Ver (YouTube): https://youtu.be/2EG23tmu75w
Para escuchar:
- Sonata K448 para dos pianos de Mozart https://www.youtube.com/watch?v=-Q3cW5pBd6Q
Referencias:
- Campbell, D. (1997). The Mozart Effect: Tapping the power of music to heal the body, strengthen the mind, and unlock the creative spirit (1ª Ed.). Nueva York: Avon Books.
- Campbell, D. (2000). The Mozart Effect for children: Awakening your child’s mind, health, and creativity with music. Nueva York: HarperCollins.
- Jolij, J., & Meurs, M. (2011). Music alters visual perception. PloS one, 6(4), e18861. doi: 10.1371/journal.pone.0018861
- Jenkins J. S. (2001). The Mozart effect. Journal of the Royal Society of Medicine, 94(4), 170–172.
- Rauscher, F. H., Shaw, G. L., & Ky, C. N. (1993). Music and spatial task performance. Nature, 365, 611. doi: 10.1038/365611a0
- Tomatis, A. (1991). Pourquoi Mozart? París: Hachette.
- Ferrari Gutiérrez, O. (2017). El rol educativo de la neurociencia. SAVALnet. Recuperado de: https://www.savalnet.cl/mundo-medico/reportajes/el-rol-educativo-de-la-neurociencia.html