
Medicalizando la mente de los niños
La medicalización, un concepto de la sociología que analiza la “ocupación” por parte de la medicina de situaciones que no son patológicas o de enfermedades que no tienen tratamiento, afecta la calidad de vida de la población.
Algunos autores la definen como el proceso por el cual los médicos afirman su autoridad sobre una esfera de la vida que previamente no era supervisada por ellos. Así se observa una medicalización del embarazo, el parto, la vejez, la menopausia, la calvicie, la timidez, la tristeza, la ansiedad, la lactancia, la niñez, etc.
Analicemos el periodo embrionario de este “colonialismo” médico:
Con la constitución del saber anatómico en las universidades italianas del Quattrocento nace una diferencia implícita dentro de la episteme occidental entre el hombre y su cuerpo. Allí se encuentra el origen del dualismo contemporáneo que, como afirma David le Breton, “le otorga al cuerpo el privilegio de ser interrogado científicamente por el médico con preguntas específicas con indiferencia de cualquier otra referencia” (el alma, la sociedad, las emociones, los afectos y un laaargo etcétera). Se desarrolla entonces un saber cuyos progresos se deben, en parte, a la puesta entre paréntesis del enfermo como objeto dilecto del interés médico.
El resultado de esto es la mayor contradicción de toda medicina que no se ocupa de la persona: ¿quién está enfermo? ¿El hombre o alguna víscera? ¿A quién hay que curar? ¿Al enfermo o a la enfermedad?
Los impactantes avances en biología molecular, genética y neuroimágenes son las causas de la génesis de un renacimiento de la idea de encontrar en el cuerpo humano los secretos del hacer humano.
El cuadro La lección de anatomía de Nicolaes Tulp, de Rembrandt, es la descripción del inicio de esta utopía intelectual médica: la de la completa visibilidad de la enfermedad.
Lamentablemente esta utopía tiene un lado ciego: la completa invisibilidad de las dimensiones psicosociales del enfermo, la sujeción a la mirada cosificante del otro, la imposibilidad de comprender que las enfermedades del hombre no son solo limitaciones de su poder físico sino que son dramas de su historia.
Esta ceguera médica es inexplicable ya que es evidente que no existe un dolor meramente orgánico ni experiencias de enfermedad desprovistas de contenidos culturales.
Las especializaciones científicas han recortado al cuerpo y lo han convertido en zonas específicas de actividad investigativa. La consecuencia ha sido un “inventario” del cuerpo como listado de funciones y órganos que interactúan mecánicamente para mantener una vida entendida como sistema. Hay que comprender que para el ser humano la entrada de las terapias en su cuerpo supone una intromisión tan invasiva como la irrupción misma de la enfermedad.
La medicalización se transforma en barbarie cuando se vuelve compulsiva y autoritaria. Además, es necesario observar que, más allá del cuerpo físico, la medicalización alcanzó también al cuerpo social. Como ejemplo podemos citar a la eugenensia y los proyectos biocráticos como el del premio Nobel Alexis Carrel.
Michel Foucault nos alerta que la medicina funciona como poder mucho antes que como saber. Es un dispositivo de poder y un discurso de lo que es la verdad. La medicina da órdenes, castiga y recompensa. Todo esto forma parte de un ritual de servicio que se impone a los demás y que Foucault denominó “la microfísica del poder”.
La medicalización puede parasitar a diferentes grupos etarios, de los cuales no escapan los niños. La psiquiatrización de la infancia comienza en el siglo XIX con el crecimiento de instituciones con fines de lucro cuya meta esencial es imponer un costo económico a las “diferencias” que en la lente de la medicalización convierte a los niños en “diferentes”, o sea fuera de la norma y, por lo tanto, anormales. Esto justifica que sean el blanco central de la intervención psiquiátrica.
Estas instituciones van a demandar a las familias que le proporcionen el material que necesitan para obtener sus ganancias económicas.
El discurso medicalizante psiquiátrico dice: nunca se es demasiado joven para estar loco, no espere a ser adulto para estar loco. Este razonamiento es de gran actualidad en un momento en que las autoridades sanitarias europeas y americanas han autorizado, por primera vez en la historia, la indicación de antidepresivos (para dar un módico ejemplo) en pacientes pediátricos.
Se debe destacar que estos fármacos, en un sistema nervioso inmaduro, afectan a perpetuidad su desarrollo y la paradoja de una sociedad que dice que está en lucha contra las drogas y que legaliza drogar a sus niños.
Es también importante subrayar que en todo el siglo XIX el soporte de la difusión del poder psiquiátrico fue especialmente la infancia. El principio debe buscarse en la pareja hospital – escuela.
De lo cual se desprende otra conclusión de gran actualidad que es el “matrimonio” médico – escolar que se observa en nuestros niños con problemas de aprendizaje.
La bibliografía médica muestra una tendencia a transformar en problemas psiquiátricos lo que en general antes se consideraban experiencias infantiles de la vida diaria. También existe un grupo de docentes que ante niños con cierta “inquietud” frecuentemente convencen a sus padres para que consulten con neurólogos para que les “den medicación”.
Podríamos preguntarnos: ¿Qué desean aquietar estos docentes?
Bibliografía:
- Cannellotto, A., & Luchtenberg, E. (2008). Medicalización y sociedad. Lecturas críticas sobre un fenómeno en expansión. Observatorio Argentino de drogas, Sedronar. Recuperado de: http://www.observatorio.gov.ar/media/k2/attachments/MedicalizacinZyZSociedad.ZLecturasZCrticasZsobreZunZFenmenoZenZExpansin.ZAoZ2008.-.pdf