
Ilustración neurociencias: Lóbulo de la ínsula
El lóbulo de la ínsula, o corteza insular, fue descrito por primera vez en 1796 por el anatomista, fisiólogo y psiquiatra danés Johann Christian Reil (1759-1813). Es una estructura cortical que se encuentra en ambos lados del cerebro; está ubicada en lo profundo de la cisura de Silvio, por debajo de la porción inferior del lóbulo frontal, la porción superior del lóbulo temporal y la parte inferior del lóbulo parietal. No es visible a simple vista debido a que está cubierta por tres áreas corticales que pertenecen al lóbulo frontal, al lóbulo temporal y al lóbulo parietal, conocidas como opérculos.
Asimismo, se divide en dos partes: la ínsula anterior es la más grande y la ínsula posterior, la más pequeña.
La ínsula anterior, que se considera un área paralímbica, interviene en la conciencia interoceptiva de los estados del cuerpo, como, por ejemplo, en la capacidad de percibir los latidos del corazón, el grado de dolor, calor o frío que algo produce, etc. Otras sensaciones internas procesadas por la ínsula son las estomacales, como, por ejemplo, la distensión gástrica. También desempeña un papel importante en la percepción consciente de señales producidas durante el transcurso de un estado emocional, por lo que constituye un sustrato neurobiológico para la experiencia de los sentimientos, que favorece en la orientación de la conducta de acuerdo con las necesidades corporales, informándolas a la corteza cingular, a la corteza orbitofrontal y a la corteza prefrontal medial.
Conjuntamente con la corteza cingulada anterior, permite generar una representación subjetiva del cuerpo. Algunos investigadores consideran que también contribuye en la atención consciente.
Esta misma porción procesa la sensación de disgusto ocasionada por ciertos olores o por la visión de algo contaminado o en mal estado. Este mismo ciclo se puede generar incluso al imaginar las circunstancias anteriormente descriptas.
En el caso de la experiencia social, se activa ante situaciones en donde se violan las normas, en el procesamiento emocional y en la empatía.
La ínsula posterior se conecta recíprocamente con la corteza somatosensorial y es considerada un área sensorial polimodal. Un estudio realizado en monos Rhesus (1981) reveló conexiones recíprocas generalizadas entre la corteza insular y casi todos los núcleos del complejo amigdalino.
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