El aula es un medio con una vida intensa que sufre cambios constantes. Frente a las situaciones que se generan, la decisión de hacer “la plancha” en este ámbito es una respuesta por la cual los docentes pueden optar, con diferentes matices. Existe la plancha cómoda, la reparadora y la estratégica.

El arte de hacer la plancha para docentes

Fecha 08 de Enero de 2018

Modificación del artículo de Juan Sasturain

Hacer la plancha es el gesto económico que consiste en acostarse en el agua y tratar de reproducir las condiciones de flotación propias de cualquier objeto que responda, en su comportamiento, al principio de Arquímedes. Así flotan los cuerpos cuando están acostados sobre el agua.

Hay muchas maneras de “acostarse” en el agua y no todas tienen el mismo sentido. En principio, cabe aclarar que estamos hablando de efectuar este gesto “económico” en cuanto a la energía que requiere en el aula. Es decir, en un medio con una vida intensa y que sufre cambios constantes, no pasivo e inerte como puede ser una pileta, por más profunda que sea. La plancha es siempre una respuesta activa al medio y las circunstancias y no una simple adaptación a un estado permanente. Hacer la plancha en nuestra casa –aunque sea el mismo gesto en términos de posición y actitud corporal– no es nadar sino descansar sin colchoneta.

Por eso, groseramente, de acuerdo con mi experiencia –y sin considerar por ahora al docente planchador, si cabe llamarlo así–, se podría establecer que hay tres tipos de plancha, o de maneras de elegir hacerla: la cómoda, la reparadora y la estratégica, con todas sus variantes y combinaciones.

En primera instancia, hacer la plancha es siempre una elección, más o menos libre. En el caso de la plancha cómoda, es un gesto económico adaptativo al medio que consiste en la fantasía del dejarse estar, dejarse llevar en el que se suelen obviar groseramente la objetiva competencia de los habitantes del aula y su devenir; el que se entrega a la plancha cómoda se supone que deriva su responsabilidad y destino personal a un medio inteligente al que sólo hay que entregarse pues él sabe lo que debe hacer. Que el aula te devolverá a la sala de profesores, es seguro. Lo que no te dice es en qué condiciones ni a qué costos. La actitud de plancha cómoda suele ir acompañada de la ignorancia de la naturaleza del medio y la incompetencia para afrontar al medio con otras modalidades estratégicas de enseñanza con la dirección y energía de la vocación.

La plancha reparadora es resultado de la experiencia; es una elección consciente a partir de la necesidad de recuperar fuerzas tras el maltrato psico-físico sufrido por simple adversidad, desgracia o la hostilidad del aula. El docente hace la plancha en el aula que lo ha castigado mal. Si la plancha cómoda es tontamente anterior a la tormenta, la plancha reparadora es lo que –si cabe aún– puede intentarse después, por ejemplo, de agotarse en el esfuerzo contracorriente.

Finalmente, la plancha estratégica no es una decisión irreflexiva previa ni una postura desesperada ante la emergencia sino un saludable estado de alerta –similar al “desensillar hasta que aclare” que decían en el campo– que es una mezcla de reconocimiento de incompetencia, necesidad de recuperar fuerzas y rechazo de toda actitud soberbia. El docente que opta por la plancha estratégica debe partir del principio de que flotar no es simplemente sobrevivir sino darse tiempo para mirar en qué sentido habrá que volver a enseñar para no equivocarse.


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