
Erróneamente etiquetados como “discapacitados”: un crimen, las víctimas y el responsable
Esta es una verdadera historia de detectives. Las víctimas son los miles de niños a los que se les niega una educación efectiva. Por una razón que no es causada por ellos, viven en un desierto entre la educación general y la educación especial.
A estos chicos se los llama alumnos con dificultades o en riesgo o alumnos discapacitados. A sus espaldas los llaman estúpidos o cosas mucho peores. Pero ponemos demasiado esfuerzo en decidir cómo llamar a estos estudiantes y muy poca energía en enseñarles.
Los chicos con dificultades inician su vida como todos. Son hermosos, como todos. Aman conocer nuevas cosas y rápidamente aprenden nuevas palabras y cosas del mundo que los rodea, como lo hacen los demás.
Un hecho llamativo es que los problemas de los alumnos con dificultades solamente aparecen de 8 a 13 h (o de 8 a 17 h) en los días que van a la escuela. Durante las horas escolares forman parte de la mayoría de los alumnos que requieren de algún tipo de apoyo pedagógico.
Además se caracterizan por formar parte de los grupos que tienen el rendimiento escolar más bajo.
No es intrascendente que muchos alumnos con dificultades es mucho más probable que pertenezcan a familias de bajos recursos. Pero este factor, por sí solo, no explica por qué se convierten en alumnos con dificultades como tampoco puede explicar por qué sus problemas raramente son resueltos.
El daño que sufren los niños que tienen problemas de aprendizaje prevenibles o tratables casi no necesita ser enumerado. Quienes fracasan en la escuela pierden el entusiasmo con el que comienzan su vida escolar y empiezan a portarse mal (¿usted no haría lo mismo?).
Ven el éxito como algo fuera de su alcance; por lo tanto, lo buscan en otros caminos, como, por ejemplo, las conductas antisociales. Nuestra negligencia “cultiva” un grupo de ciudadanos alienados que nunca desarrollan todo su potencial.
Ahora que hemos establecido quienes son las víctimas, ¿cuál es el crimen? En toda población humana existe un abanico de variaciones.
Algunos niños corren más rápido que otros, otros tienen talento para el arte o la música y otros no. ¿Las habilidades del aprendizaje no son iguales? ¿Cuál es el crimen de no tener muchas habilidades para aprender?
Para comprender esta situación consideremos el estado de la medicina en el pasado. Millones de bebés solían morir en el parto, o de sarampión, tuberculosis, poliomielitis, fiebre tifoidea, malaria, etc. La mortalidad infantil durante la Edad Media era vista como la voluntad de Dios.
Ahora imagine que en el siglo XXI decidimos que, a pesar de todos los avances de la medicina, dejamos de prevenir o curar las enfermedades infantiles. Los padres que puedan pagar el tratamiento médico, bien por ellos. Pero aquellos que no tienen el dinero, ¡qué macana! Millones de niños desvalidos morirán innecesariamente. ¿Esto es un asesinato? ¿No es un crimen?
Creo que la mayoría de las personas pensarán que detener tratamientos probados científicamente y causar millones de enfermedades y muertes innecesarias es un crimen por definición.
Volviendo a la educación creo que estamos en una situación semejante.
Tenemos programas y prácticas probadas por diferentes investigaciones que sabemos que son capaces de prevenir el fracaso escolar o de resolver exitosamente los problemas que surgen en el aprendizaje a pesar de los vigorosos intentos de intentar prevenirlos.
Permitir que tantos alumnos fracasen cuando este fracaso puede ser prevenido o remediado es un verdadero crimen por definición.
Ahora que hemos considerado el crimen y las víctimas, consideremos a los responsables.
El problema aquí es que hay muchos. Pero empezamos con aquellos que no son los responsables:
- No son los docentes que trabajan heroicamente en un sistema defectuoso y hacen lo mejor que pueden para rescatar a los niños.
- No son los directores que trabajan tan arduamente como los docentes en el mismo sistema defectuoso.
- No son los padres que mandan a la escuela los mejores niños que tienen.
- No son los niños que hacen lo mejor que pueden hasta que finalmente entienden que lo mejor que ellos pueden no va a hacer suficientemente bueno.
Los crímenes contra los alumnos con dificultades son hechos por personas que no saben, o eligen no saber, que los resultados podrían ser mucho mejores.
Son personas que imaginan que soluciones simples, como más dinero, o nuevas reglamentaciones provinciales o nacionales, o copiarse de Finlandia o Singapur, es todo lo que necesitamos hacer.
Desde luego que se necesita más dinero y cambios en la reglamentación para resolver los problemas, pero estos cambios estructurales no son suficientes si ignoramos los programas y prácticas de enseñanza probados por las investigaciones.
El responsable más importante es la indiferencia. Todo el mundo dice que quiere que las escuelas sean mejores y que están preocupados por los alumnos con dificultades, pero lo hacen (y sienten) en una forma abstracta. Los hijos de estas personas van a una buena escuela y les está yendo bien en su aprendizaje, motivo por el cual muchos no ponen la pasión necesaria para resolver los problemas de las escuelas de otros niños.
Por lo tanto, hemos identificado el crimen, sus víctimas y al responsable.
Así es como esta historia debería finalizar:
“¡Indiferencia! ¡Salga con sus manos en alto! Está rodeada. Conoce sus derechos, por lo que le leeremos sus responsabilidades:
- Se comprometerá a cuidar a los alumnos con dificultades lo suficiente como para asegurarse de que ya lo no sean.
- Descubrirá qué programas previenen los fracasos en el aprendizaje y se comprometerá a aplicarlos lo más ampliamente posible para asegurar el éxito para todos los niños que están bajo su cuidado.
- Generará condiciones en las escuelas para financiar y apoyar el aprendizaje de programas, así como también su implementación y evaluación, hasta que el problema haya sido resuelto”.
Referencia bibliográfica:
- Hoover, J. J. (2009). RTI Assessment Essentials for Struggling Learners. California: Corwin.
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