El estrés emocional genera que el rendimiento intelectual y procedimental decaiga de manera pronunciada.

Las emociones dolorosas producen dolor físico y con éste una disminución importante de las capacidades cognitivas y ejecutivas

Fecha 03 de Diciembre de 2013

Los ambientes laborales son percibidos por los cerebros de quienes lo conforman como un sistema social que garantiza o no la supervivencia, vista desde lo más primitivo de nuestro ser. El dolor que produce un ambiente laboral estresante e inseguro produce serias disminuciones en la productividad, creatividad, compromiso y capacidad de acción de las personas.

 

Investigaciones en el campo de las neurociencias demuestran cómo el dolor emocional es procesado en el cerebro por la misma área que procesa el dolor físico: la corteza cingular anterior, que se encuentra en la corteza prefrontal, la zona en donde se producen funciones más evolucionadas y humanas.

 

El profesor David Alexander, director del Centro de Investigación de Trauma de Aberdeen, se dedica a ayudar a los sobrevivientes de catástrofes, como por ejemplo el incendio de la plataforma petrolífera de Mar del Norte, el tsunami asiático, la guerra en Irak y más recientemente, el terremoto en Pakistán. En todos los casos relata que las víctimas, expresan su dolor emocional con frases como, “se me parte el corazón”, “me duele el estómago”, “me siento desgarrado”, entre otras, demostrando el vínculo que existe entre el dolor físico y emocional.

 

Existen varios neurocientíficos que en la actualidad investigan la relación entre el dolor emocional y físico, entre ellos la Dra. Naomi Eisenberger, y el Prof. Matthew Lieberman, de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).

 

Eisenberger desarrolló un videojuego que puede hacer que los participantes se sientan excluidos, para poder explotar ese momento y monitorear sus cerebros.

 

Durante la investigación, las imágenes tomadas de los voluntarios cuando notaban la falta de pertenencia presentaron que el dolor por ser rechazados socialmente se procesaba del mismo modo en el cerebro que el dolor físico y en la misma zona, es decir, en la corteza cingulada anterior.

 

Para poder comprender los motivos por los cuales esto sucede debemos tener presente lo importante que ha sido para los homo sapiens formar parte de grupos y, gracias a ello, sobrevivir a los peligros que significó el mundo natural.

 

Por ello en Neurosicoeducación presentamos al instinto gregario como un fundamental para poder sobrevivir, ya que solos no podíamos enfrentar a enemigos que nos superaban en fuerza física. Este instinto sigue actuando y siendo sumamente importante en la actualidad y en nuestra conducta social.

 

“La importancia del apego social y sentir dolor físico, si éste no se produce, nos aseguró el mantenernos en contacto con los otros”, afirmó Eisenberger.

 

Ser desterrado era uno de los peores castigos de otras épocas y en la actualidad cualquier situación que nos haga sentir fuera de un grupo nos produce un gran dolor, que funciona como una alarma para que nos ocupemos de solucionar esta situación.

 

Sin embargo, a veces, el dolor emocional puede volverse crónico, dejando de lado su propósito original de corto plazo el cual no motiva a mantenernos dentro de un grupo, a lograr apego con los seres queridos y a formar parte de un equipo de trabajo.

 

El estudio de Eisenberger y Lieberman, además de muchos otros que están surgiendo, nos deja en claro que nuestro cerebro es un órgano social y que muchas de sus respuestas fisiológicas y neurológicas están profundamente moldeadas por la interacción social.

 

Importancia para el management:

 

Los lideres deben tener muy presente este tema, ya que los integrantes de una organización experimentan su lugar de trabajo como un sistema social.

 

Por ello, quienes se sienten poco reconocidos, menospreciados, sin posibilidad de participación, puestos en evidencia, o que no son tenidas en cuenta sus opiniones, experimentan la situación como fuerte golpe no sólo a su ego, sino a su cerebro, produciendo una activación neuronal que les produce un intenso dolor, para despertar aquel antiguo instinto de seguir buscando pertenecer al grupo.

 

Esto lleva a que el sistema atencional esté desviado de su función dentro de la empresa y atento a lograr ser aceptado. Además, el dolor disminuye las capacidades cognitivas y ejecutivas y lleva a un estado de indefensión, todas conductas muy lejanas de lo que necesita la organización. Otra respuesta común es que las personas disimulen como les afecta la situación y hacen como si nada les pasara, pero este comportamiento disminuye su participación y compromiso.

 

La habilidad de gestionar conscientemente las necesidades del cerebro social en las organizaciones, tanto a favor de un desempeño óptimo dentro de la misma como para la salud de los individuos que la componen, será un sello que distinga notablemente en sus logros a los nuevos líderes.

 

Referencia:

• Eisenberger N. I. (2012). The neural bases of social pain: evidence for shared representations with physical pain. Psychosomatic medicine, 74(2), 126–135. https://doi.org/10.1097/PSY.0b013e3182464dd1

 

Imagen: www.fondosescritoriogratis.net