Resulta casi imposible interactuar con su hijo o alumno en medio de una situación conflictiva. Por esta razón, ser consciente de sus emociones (autocontrol) es la piedra filosofal que lo conducirá hacia una alianza positiva con su hijo o alumno.

Trabajando juntos para empoderar a los alumnos - hijos con TDAH (segunda parte)

Fecha 10 de Junio de 2019

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1. Autocontrol 

Ningún padre o docente puede interactuar efectivamente con nadie, y mucho menos con su hijo o alumno con TDAH, en el medio de un conflicto si están momentáneamente desconectados de ellos mismos, emocionalmente gatillados o sintiéndose fuera de control.

La mayoría de los niños y adolescentes son particularmente adeptos a “engranarse” en conductas que pueden volver locos a sus docentes y padres.

Los niños y adolescentes con TDAH (con su pobre control de impulsos, una memoria no muy buena y su intensidad emocional) repetidamente “disparan” a sus padres y docentes de una manera que los desgasta emocional y racionalmente.

Su capacidad de funcionar racionalmente y con serenidad puede evitar que este tipo de episodios se repitan. ¿Cuántas veces ha sentido como que está al final de la soga, sintiendo que los hilos se le resbalan de sus dedos mientras le grita a su hijo otra vez más?

Siendo realista uno no puede resolver ninguna situación de manera efectiva hasta que está al mando del control. Ser consciente de sus emociones es el primer paso hacia una alianza positiva con su hijo o alumno.

Los siguientes ejercicios enfriarán el fuego que se ha encendido en su cerebro.

Ejercicio 1: Respiración

Estas técnicas simples de respiración les gustan mucho a los niños con y sin TDAH.

Respiración nasal: con su dedo derecho cierre la narina derecha e inspire y expire por la izquierda. Luego cambie de narina. Haga esto de cinco a diez veces. Al finalizar preste atención a su estado emocional.

Respiración con el tórax: coloque su mano por encima del diafragma y realice una inspiración profunda. Exhale. Repita esto cinco veces. Al finalizar preste atención a su estado emocional.

Respiración “flor – vela”: extienda su dedo índice y manténgalo a cinco centímetros de su cara. Haga una inspiración larga y profunda como si estuviera oliendo una hermosa flor. Luego exhale como si estuviera soplando una vela de cumpleaños. Repita esto tres veces. Al finalizar preste atención a su estado emocional.

Ahora que está más calmado tiene la posibilidad de descubrir cómo resolver la situación en vez de hacer algo que la intensifique. Esto implica responder en vez de reaccionar.

Todos tenemos momentos durante los cuales decimos cosas de las cuales luego nos arrepentimos. Estas palabras que decimos son una respuesta de un cerebro racional secuestrado por el cerebro emocional.

Como adultos nuestra corteza prefrontal, el sitio de nuestras funciones ejecutivas, es capaz (con cierto entrenamiento) de restablecer el autocontrol (una de las funciones ejecutivas) y lograr controlar nuestras explosiones emocionales.

Sin embargo, a nuestros hijos y alumnos de nivel primario y secundario, en los cuales sus cortezas prefrontales aún están madurando (por lo menos hasta los 25 años) les falta esta importante herramienta neuronal de auto-regulación. Por esto necesitan de nuestra guía para manejar sus emociones.

Reaccionar (en vez de responder) involucra en general criticar y culpabilizar, seguido por arrepentimiento. Para los niños con TDAH este es el “papel de lija” que regularmente se frota contra su piel: “¡Sentate tranquilo como tus compañeros!”. “¡Podés dejar de tirar tus sucias medias en la cocina!”. “¿Por qué no hay ninguna letra en mayúscula en tu tarea?”.

Culpabilizar les enseña a los niños que el hecho de que el adulto tenga la razón es más importante que el hecho de que los niños sean comprendidos, que es aceptable menospreciar a alguien cuando ha cometido un error y que una equivocación es casi siempre por la culpa de alguien.

Culpar a un niño reduce la posibilidad de que tome la responsabilidad de sus acciones, estimula la mentira y estimula el miedo.

Responder (y no reaccionar) es lo que exigen estas situaciones, y esto puede ser difícil de hacer. Uno no debe ser despectivo: “No debería ser tan difícil de apagar la play. ¡Estuviste jugando más de una hora!”.

Esto solamente exacerba la tensión y niega el hecho real que para su hijo es muy difícil apagar la play.

Usted necesita de todo su autocontrol para ser paciente y lograr que sus palabras reflejen solamente lo que ve y lo que escucha a su alrededor: “Veo que te cuesta mucho apagar la play cuando estás jugando algo que te divierte mucho. Pero ya es la hora que acordamos para que empieces a estudiar”.

Al responder, en vez de reaccionar, valida lo que está sucediendo y, de ser necesario, abre un espacio para generar una solución alternativa: “Comprendo que no estás listo para dejar de jugar a la play. ¿Qué podemos hacer?”. Háblenlo y planteen un plan diferente para el día siguiente. Puede seguir molesto, pero probablemente se sentirá reconfortado al saber que usted escuchó sus opiniones y que formó parte del proceso de toma de decisiones.

Practicar el autocontrol no significa lograr la perfección, es un proceso. Aquellos momentos en los que se sienta más frustrado son los que más necesita hacer el esfuerzo de soltar el acelerador y activar su cerebro racional (o sea su corteza prefrontal).

Cuando uno observa, escucha cuidadosamente y ejerce el autocontrol, le demuestra a su hijo o alumno que existen otras opciones a su alcance que cuando está emocionalmente enardecido.


Referencia bibliográfica:

  • Barkley, R. (2016). Managing ADHD in School: The Best Evidence-Based Methods for Teachers. Eau Claire: PESI.

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