
Compraventa emocional
Artículo de uso libre, sólo se pide citar autor y fuente (Asociación Educar).
Que las emociones se contagian no es ninguna novedad. En la actualidad tenemos las neuronas en espejo para explicar en parte esta realidad, pese a que nuestras abuelas ya la entendían y sus abuelas seguramente también. Si bien ellas no conocían la biología del “cómo” sí sabían el “qué”: “No te juntes con fulano que te contagia el mal humor”, “Andá a verlo a sultano que te vas a poner contento”, etc.
La interacción emocional entre seres vivos, particularmente entre humanos, es algo fascinante, y suele atarse a ciertas normas elementales. Una de ellas es nuestro propio nivel de energía: decididamente la percepción de la realidad no es la misma cuando estamos cansados. Cuando la energía está alta, el sistema emocional reduce su tendencia natural a boicotear gastos energéticos extras, lo que nos facilita estar más entusiastas, más positivos y de mejor humor. Por el contrario, cuando la “batería” está baja, nuestro sistema emocional tiende a rechazar todo lo que pueda resultar un esfuerzo, y nos ponemos más quejosos, irritables y negativos.
Algo tan sencillo como el nivel de energía que tenemos disponible en nuestra UCCM (unidad cuerpo, cerebro y mente) resulta enormemente determinante para el tipo e intensidad de respuesta de nuestras propias reacciones emocionales. En mi casa sucede lo mismo cuando la empresa que me provee de electricidad no da abasto y baja la tensión: las luces no iluminan, los motores recalientan, la tostadora no tuesta y el hornito eléctrico enfría. Todo cuesta el doble y funciona peor cuando la energía no está en su nivel óptimo. ¡Ojo! ¡Tampoco es bueno cuando hay demasiada!
Personas, situaciones, lugares, cosas, seres vivos o inertes nos afectan y, a la vez, los nosotros también podemos movilizarlos. Nuestro nivel de energía y percepción del medio, la observación (interpretación) del espacio y la expresión (lo que hacemos) están íntimamente ligados. Nuestra actitud determinará enormemente cómo percibiremos y observaremos (interpretar) lo que sucede alrededor y dentro de nosotros. La expresión (lo que decimos y hacemos) es el resultado de lo que percibimos y observamos. Las expresiones de todos los seres vivos están muy influenciadas por el nivel de energía que estos tienen en ese momento. También el entorno afectará (por ejemplo, no es lo mismo el estado emocional colectivo cuando un equipo gana que cuando pierde) en gran medida nuestro estado emocional, la producción de endorfinas y el nivel de energía.
Permanentemente estamos, sin ser plenamente conscientes de ello, en una suerte de compra – venta emocional. Vendemos nuestros estados emocionales y compramos los ajenos. Estamos todos en una continua negociación emocional en la que nuestro propio nivel de energía establece ciertas tendencias predecibles: cuando está alta “vendemos” (por no decir regalamos) optimismo con gran facilidad y emociones positivas en general, en una suerte de “yo puedo”, “tu puedes”, “nosotros podemos”, circunstancia que puede resultar sumamente contagiosa y provechosa para un grupo. Cuando la energía está baja no sólo vendemos estados emocionales más negativos, sino que tendemos a “comprar” con gran facilidad las emociones, los problemas y las quejas ajenas, sintonizándonos con ellas. La queja, la duda y el enojo son sumamente contagiosos cuando nuestro propio estado emocional de base está de capa caída. Tendemos a comprar problemas y vender negatividad, mientras que cuando estamos bien nos inclinamos a comprar desafíos y vender positividad. Es el mismo mundo ahí afuera, pero veces lo vemos rosa y otras, negro: somos nosotros y el propio estado emocional quienes los teñimos.
A veces pensamos que detrás de las actitudes negativas de nuestros educandos existe mala intención cuando sencillamente lo que hay es cansancio, un sistema emocional irritado y una respuesta al estrés que lleva demasiado tiempo activa de forma crónica. Y esto puede sucederle también a quien educa. Un cerebro sobre estresado, con la energía al límite de sus reservas es un cerebro que no estará dando su mejor versión. Y si interactúa con otro que está en condiciones iguales o semejantes es muy poco probable que algo positivo y a favor de los valores humanos surja del intercambio emocional entre ellos.
La fórmula que se desprende de lo expuesto es muy sencilla: subir la energía para bajar el estrés y salir de compraventa con un estado emocional de base óptimo.
¿Cómo hacemos eso? ¿Cómo mantenemos nuestra energía alta?
Tip número uno: MOVIMIENTO
No fuimos diseñados para el sedentarismo. No nos “recibimos” de homo sapiens sapiens sentados en una silla. Nuestro cuerpo necesita moverse para cumplir con ciertas funciones fisiológicas esenciales. No sólo se trata de hacer gimnasia para tener un lindo cuerpo y lucirlo en el verano, el premio mayor ―y que muchas veces ignoramos― es el de las endorfinas: los químicos naturales que nos hacen sentir bien y con buena energía. Al movernos nos oxigenamos, cambiamos la química emocional y nos relajamos. Agregar a nuestras clases y vida cotidiana más movimiento siempre suma.
Tip número dos: COMIDA
La cantidad y la calidad de lo que ingerimos resulta enormemente determinante para nuestro nivel energético. Si bien este tema puede ser muy extenso, nos enfocaremos en dos cuestiones básicas: cantidad y calidad. Cantidad: si no comimos suficiente, tendremos que recurrir a nuestras “reservas” lo que nos hará sentir bajos de energía. Por el contrario, si sobrecargamos el sistema digestivo, este requerirá de mucho combustible para cumplir con su tarea, por lo que nos sentiremos cansados y emocionalmente más inestables. Calidad: lo que comemos tiene su cuota de energía que será incorporada a nuestro organismo. Evolucionamos comiendo lo que la naturaleza nos proveía. Un durazno de lata no aporta la misma cuota energética que uno sacado de la planta. No es sólo un tema de carbohidratos y proteínas. Podremos tolerar muchos alimentos producto de nuestro mundo moderno, aunque eso no quiere decir que todos nos hagan bien ni que nos aporten buena calidad de nutrientes.
Tip número tres: DESCANSO
Otra vez: cantidad y calidad. ¿Cuántas horas estamos durmiendo? ¿Cuántas horas duermen nuestros educandos? Nuestro cerebro no funciona bien con deuda de sueño acumulada. Decimos no tener tiempo, pero nos sentamos frente a la TV o computadora durante horas. La Calidad es otro punto fundamental, y está muy relacionado con el tip anterior. Para digerir necesitamos subir el metabolismo, para descansar bajarlo. ¿Y qué hacemos muchas veces? Nos llenamos la panza y nos vamos a dormir. Es como pedirle a un auto que acelere y frene al mismo tiempo. No es de sorprenderse si nos levantamos exhaustos. Cenar liviano o irse a dormir con la digestión hecha ayuda mucho para lograr una buena calidad en nuestro descanso.
Tip número cuatro: OXÍGENO
Oxígeno y vida van de la mano. Con bajo nivel de oxígeno en sangre nuestra energía colapsa. El oxígeno es la molécula más consumida por nuestros cuerpos. Es gratis y disponible en grandes cantidades. Es muy útil tener los ambientes ventilados ¬―con buena renovación de aire―, realizar ejercicios respiratorios oxigenantes y respirar correctamente (respiración abdominal) para aprovechar nuestra capacidad pulmonar.
Tip número cinco: CERRAR CANILLAS
Nuestro cerebro representa sólo un 5% del peso de nuestro cuerpo, pero puede consumir hasta un 20% nuestra energía. Un cerebro hiperactivo, lleno de problemas, angustias y rencores puede resultar sumamente agotador. La relajación consciente, la meditación, el yoga, las caminatas, estar en la naturaleza o con gente positiva, la ayuda a otros, practicar tu actividad favorita o hobbie son todas variantes que activan nuestro sistema parasimpático y bajan nuestros niveles de hiperactividad emocional, con el consecuente ahorro de energético. ¡La manera más práctica de conservar nuestra energía es no malgastarla!
La mejor versión de nosotros mismos está siempre dentro nuestro, dispuesta a hacerse ver y esperando su turno. Mantener nuestra energía alta, desactivar el exceso de respuestas al estrés y reeducar nuestro sistema emocional son elecciones que nos ayudarán a salir a la vida “vendiendo” emociones que sumen en valores humanos y nos protegerán de “comprar” las que no lo sean. La mejor versión de nosotros mismos se expresa más fácilmente si subimos y cuidamos nuestra energía; sólo es cuestión de proponérselo y animarse.
¡Le deseo una hermosa y vital semana!