El cerebro tiene la capacidad de realizar una valoración de los estímulos sensoriales si tiene como referencia otros con los cuales lo puede comparar.

¿Cómo percibe el mundo nuestro cerebro?

Fecha 30 de Enero de 2014

Nuestro cerebro puede valorar los nuevos estímulos sensoriales que recibe de una manera eficaz, si cuenta con otros con los cuales compararlos. Esta característica se debe a que no representa a estos estímulos de forma absoluta, sino relativa, pues los compara continuamente con las informaciones del presente y del pasado reciente, además de ejecutar una comparación espacial y temporal de los mismos.

Ésta es la razón por la que la forma en que las células sensoriales responden a un estímulo determinado dependerá de los estímulos que éstas percibieron con anterioridad.

Una de las peculiaridades de esto es que cuando ambos estímulos se parecen demasiado, la respuesta de la célula sensorial será menor que si la diferencia entre ambos es grande. Así, por ejemplo, si se le clava una uña a una persona, los mecanorreceptores de su piel responderán con una intensidad acorde al daño ocasionado. Pero si se repite esta acción muchas veces el grado de la intensidad de la respuesta disminuirá con el tiempo. En cambio, si el estímulo doloroso es reemplazado por una caricia, las células sensoriales responderán de nuevo con gran intensidad.

Las neuronas se acostumbran a estímulos repetitivos, proceso conocido como adaptación. Por ello, la respuesta más intensa no surge del estímulo más potente, sino de aquel que se diferencia más del precedente.

Cuando un estímulo repetitivo cesa, el nivel de la escala perceptiva vuelve a aumentar de forma espontanea.

Un situación ilustradora sería el momento en que entramos al cine con la película empezada, por lo que la luz en la sala será muy tenue, algo que estimulará fuertemente a los bastones de nuestra retina. Sin embargo, a medida que pase el tiempo los mismos se habituarán a la nueva situación, disminuyendo el grado de excitación inicial. Ahora bien, cuando termine la proyección de la película y se enciendan las luces de golpe, los receptores retinianos sensibles a la luz (los conos) serán los que se disparen gran cantidad de potenciales de acción, mientras que los bastones entrarán de nuevo en reposo.

No obstante, las células sensoriales de la visión no son las únicas que se adaptan a los cambios constantes, pues ésta es una característica que abarca a todas las neuronas del sistema nervioso central.

Si de repente suena un sonido agudo, las neuronas corticales del área auditiva sensibles a esta frecuencia se volverán muy activas. Pero si la modificación sonora se vuelve estable, la actividad de éstas disminuye de forma rápida, siendo la respuesta un indicador de que para las neuronas la información digna de ser considerada como relevante es aquella que varía en el tiempo.

Otro fenómeno curioso es la denominada inhibición lateral que se produce, por ejemplo, en las células ganglionares de la retina, cuando la motivación de alguna de ellas conlleva a la vez la disminución de la actividad de sus compañeras cercanas.

Esto se pone de manifiesto al determinar la luminiscencia que tendrá un punto con respecto al del área vecina. Este truco es de suma importancia para aumentar el contraste entre objetos cercanos, lo que lo hace responsable de muchas de las ilusiones visuales conocidas.

Por ejemplo, el mismo cuadrado gris parecerá más claro si está rodeado de un marco más oscuro, o más oscuro si el marco que lo circunda es más claro, a pesar de que su tonalidad no varíe en lo absoluto en ninguna de las dos imágenes. Las células que responden al cuadrado central serán más estimuladas cuando el cuadrado que lo rodea sea más oscuro, por lo que para la lógica neuronal la superficie del medio parecerá más luminosa.

Otro ejemplo es el de la ilusión: En La ilusión de la sombra en el tablero de Damas (The Checker-Shadow illusion), creada por Edward H. Adelson, los cuadrados A y B tienen la misma tonalidad de color, pero parece que B, al estar rodeado de otros cuadrados más oscuros, se percibe como más claro. Sin embargo, al ponerse unas líneas más oscuras en la imagen de al lado se ve que la percepción no es así.

Otros sentidos, aparte del visual, también pueden ser engañados tal como sucede con el tacto. Si ponemos a girar un cilindro entre dos dedos a medida que el tiempo pase parecerá que la parte central del mismo se va afinando, y que este adquiere la forma de un reloj de arena.

La razón por la que se produce este fenómeno es la misma que en el caso anterior, pues los mecanorreceptores sujetos a una presión constante se acostumbran con mayor rapidez al estímulo constante que los ubicados a nivel más periférico. Por consiguiente, como la sensación proveniente del centro va decayendo, este sitio comienza a ser percibido como más delgado. Todo parece indicar que nuestro cerebro es incapaz de representar de un modo constante la información que recibe del mundo exterior, valorando cada nueva señal en relación con los estímulos adyacentes.

La pregunta que queda ahora por responder es si esta propiedad de las neuronas se extiende a aquellas encargadas de realizar funciones complejas. Aparentemente, diversos estudios e investigadores indican que sí, pues el tratamiento de los datos entrantes se rige también por la influencia del contexto. De este modo, por ejemplo, la información que llegará al foco de atención a través del sentido de la vista, estará también influida por la que ocupó el mismo en el pasado más reciente.

Por esto, es más probable que le prestemos atención a un estímulo nuevo que a otro que se ha mantenido estable en el espacio tiempo. Esto se debe a que los movimientos de los ojos (sacadas oculares), que se producen varias veces por segundo, hacen que sea muy improbable que miremos 2 veces seguidas la misma imagen.

Parece que sin esta cualidad sería imposible la percepción consciente algo que podría confirmar un experimento llevado a cabo por Loran Riggs y colaboradores, de la Universidad de Brown en Providence, Estado Unidos. Estos idearon, hace 60 años, una lente de contacto que disponía de un haz de luz. De esta forma, el rayo lumínico seguía la mirada de los participantes del experimento por lo que estos siempre estimulaban de forma permanente la misma porción de la retina. El resultado final fue que en un corto lapso de tiempo el punto luminoso se volvía invisible.

En síntesis, la información sensorial, cuando es constante, hace extinguir la capacidad perceptiva de nuestro cerebro de ahí que el mismo se las arregle para que esto no suceda salvo casos muy especiales.

En ejemplo a nivel de las funciones ejecutivas más elevadas, tal como la toma de decisiones, se halla también influenciadas por el contexto, algo que se denomina efecto anclaje y se puede describir de la siguiente manera: si un hijo le pide a su padre como regalo de cumpleaños un auto y el padre se niega, es posible que si le pide luego una moto logre el segundo regalo, ya que es de menor valor. Si el joven hubiese utilizado la secuencia inversa lo más probable es que no hubiese conseguido ninguna de las dos cosas. La razón de esto es que el primer pedido ancló la mente en un precio muy alto, por lo que al pedir algo de menor valor, será más fácil que esta acceda al pedido.


Referencia:

  • Jurjuţ, O. F., Nikolić, D., Singer, W., Yu, S., Havenith, M. N., & Mureşan, R. C. (2011). Timescales of Multineuronal Activity Patterns Reflect Temporal Structure of Visual Stimuli. PLoS One, 6(2), e16758. doi: 10.1371/journal.pone.0016758
  • Nikolić, D., Häusler, S., Singer, W., & Maass, W. (2009). Distributed Fading Memory for Stimulus Properties in the Primary Visual Cortex. PLoS Biol, 7(12), e1000260. doi: 10.1371/journal.pbio.1000260
  • Albright, T. D., & Stoner, G. R. (2002). Contextual influences on visual processing. Annu Rev Neurosci, 25, 339-79.

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