El cerebro es muy social y por ello tiene la capacidad de empatizar con una situación que otra persona vive a partir de las neuronas en espejo.

El cerebro empático

Fecha 30 de Enero de 2014

Imaginemos que estamos en una reunión comiendo carne con ensalada. De ponto, miramos a uno de nuestros amigos y vemos que tiene un trozo de verdura entre sus dientes. Inmediatamente sentimos una sensación extraña, entre angustia y necesidad de avisarle. Esta vergüenza ajena se debe a una combinación de varias capacidades humanas, entre las que se encuentran la empatía relacionada con las neuronas en espejo, el poder hacer teoría de la mente ajena y considerar cómo se siente el otro ante las demás personas y lo que pueden llegar a pensar éstas.

Las emociones básicas (miedo, alegría, sorpresa, enojo, tristeza) y las sociales (vergüenza, culpa, orgullo, envidia, etc.) han sido y serán ampliamente estudiadas por la importancia que tiene el mundo emocional en nuestras vidas.

Dentro de las sociales, la vergüenza puede definirse, según conceptualizaciones recientes, como una reacción transitoria a una infracción de la etiqueta social que pone en peligro la propia imagen pública. Las situaciones que la despiertan pueden ser caerse, perder el control del cuerpo, un detalle en la vestimenta ―corbata torcida, saco mal abrochado―, entre muchas otras.

Pero no sólo circunstancias propias nos generan esta respuesta, también somos capaces de sentir vergüenza ajena. Ésta es una emoción poco estudiada que despertó el interés de un equipo de profesionales liderados por Frieder Michel Paulus, científico alemán de la Universidad de Marburgo.

Para una llevar adelante una de sus investigaciones, los científicos contaron con la participación de 619 voluntarios con una edad media de 24 años ―480 mujeres y 139 hombres―.

Los participantes debían responder a un cuestionario sobre la intensidad de sus sentimientos en situaciones embarazosas ajenas. Además, a 32 de ellos se les estudió su respuesta cerebral a través de imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI), para poder observar qué áreas cerebrales se activaban ante estas circunstancias.

Los resultados permitieron observar que la vergüenza ajena se experimenta con independencia de si el protagonista actúa de forma accidental o intencional, o de si es consciente o no de la situación embarazosa. Las imágenes de la actividad cerebral presentaron que la corteza cingular anterior y la corteza de ínsula ―dos estructuras corticales que suelen participar en representaciones de sentimientos del dolor físico y emocional propio― también están fuertemente implicadas en la vivencia del "dolor social" de los demás.

Los profesionales destacaron que la actividad de estas áreas se correlacionó positivamente con las diferencias de rasgo individuales en la empatía de los participantes.

Las investigaciones anteriores sobre los correlatos neurales de los procesos de empatía se habían centrado principalmente en el procesamiento de empatía del dolor físico de los demás, este estudio presenta que también están presentes en la empatía del dolor emocional.

“En completa soledad, la persona más sensible sería por completo indiferente a su propio aspecto”, escribió el naturalista Charles Darwin. Esto significa que en un contexto social las emociones adquieren una dimensión especial: no es lo mismo notar que tenemos la camisa manchada si estamos solos en casa, que si lo notamos en una reunión laboral.

Nuestro cerebro es altamente social y debido a esto formar parte de un grupo y ser aceptado nos produce sensación de seguridad, ya que ello fue lo que nos permitió triunfar como especie y llegar hasta nuestros días. Sentir vergüenza ajena debe haber sido importante para contribuir a modelarnos los unos a los otros y es por ello que tal vez este sea el motivo por el cual se encuentra dentro de nuestras habilidades actuales.

Nuestras conductas y acciones activan los cerebros de las demás personas y sus neuronas en espejo. Esta investigación, y muchas de las presentadas sobre nuestro cerebro social, deben hacernos reflexionar sobre lo importante que somos para los otros y el valor que cada uno de nosotros tiene para su grupo familiar, laboral, de amigos y la sociedad a la que pertenece. Tal vez esto nos ayude a tener presente el actuar de un modo más trascendente en cada uno de los ámbitos en donde nos manejamos.


Referencia:

  • Krach, S., Cohrs, J. C., de Echeverría Loebell, N. C., Kircher, T., Sommer, J., Jansen, A., & Paulus, F. M. (2011). Your Flaws Are My Pain: Linking Empathy To Vicarious Embarrassment. PLoS ONE, 6(4), e18675. doi: 10.1371/journal.pone.0018675