En los casos de bullying en adolescentes, tanto el ser víctima del acoso como el ser agresor son factores de riesgo para la psicopatología del desarrollo.

El bullying en adolescentes: ¿quiénes se ven más perjudicados?

Fecha 09 de Noviembre de 2017

El acoso escolar por parte de los pares –bullying en idioma inglés– es considerado un importante factor de riesgo para la salud mental y física de los niños y adolescentes. Pero, ¿qué es el bullying? Existe acoso cuando, en primer lugar, un individuo (o grupo) es expuesto repetidamente a acciones negativas por parte de un sujeto o grupo. En segundo lugar, dichos actos son intencionales y con el propósito de dañar o molestar. Por último, se sustenta en una desigualdad de fuerzas mental y/o física, ya que generalmente la víctima es más débil o tiene menos poder que el agresor. 

 

Tanto el ser víctima del acoso como el ser agresor son factores de riesgo para la psicopatología del desarrollo. Los que son víctimas presentan mayores niveles de problemas emocionales: mayor ansiedad, depresión y peor autoestima que los grupos no agredidos, como mayores problemas de salud. Los agresores, en cambio, muestran un patrón de niveles más elevados de problemas de conducta: conducta antisocial, consumo de sustancias tóxicas, entre otros; como también mayor impulsividad y problemas de atención. En comparación con estos dos grupos, las víctimas provocativas, aquellos alumnos víctimas del acoso pero que al mismo tiempo agreden, muestran el peor ajuste psicosocial.

 

Un estudio realizado en Argentina trató de observar si las quejas somáticas (dolores de cabeza, estómago y problemas visuales sin causa física), los problemas atencionales y la impulsividad eran más severos en las víctimas, los agresores o las víctimas provocativas. Se halló que un 15% de alumnos eran victimizados, un 10% hacía bullying y un 4% era víctima provocativa, mientras los restantes eran no involucrados. Las víctimas del acoso aducían más dolores de cabeza y de estómago que los agresores y los alumnos no involucrados; los agresores presentaban más niveles de impulsividad que las víctimas y los no involucrados; mientras los grupos de víctimas provocativas eran quienes tenían los niveles más altos de impulsividad, problemas atencionales y quejas somáticas (de cabeza y de estómago), en comparación con los otros tres grupos. No existían diferencias en los problemas visuales.

 

Por esto motivo, es fundamental una pronta identificación de los niños y adolescentes que tienen mayor probabilidad de sufrir del acoso o realizarlo, no solo para proteger la salud e integridad de ellos, sino para proteger a toda la comunidad educativa. Un triste ejemplo de víctimas crónicamente victimizadas que luego recurren a la agresión –por la precaria actuación de los adultos para detener el acoso- son los perpetradores de las masacres escolares, como el triste y célebre caso de Junior en Carmen de Patagones.

 

Lectura sugerida: Resett, S., & Gamez-Guadix, M. (2017). Traditional bullying and cyberbullying: Differences in emotional problems, and personality. Are cyberbullies more Machiavellians?. Journal of Adolescence, 61, 113–116. https://doi.org/10.1016/j.adolescence.2017.09.013


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