¿Cuánto podemos Vivir? Pandemias y el Límite de la Longevidad Humana

Desde sus orígenes el hombre ha tenido interés por conocer cuál será su longevidad, las respuestas han variado conforme las creencias de cada civilización (Giraldo, 2009).

Existe consenso en que desde los Australopithecus al Homo sapiens, la esperanza de vida al nacimiento (en adelante E0) se mantuvo en torno a los 35 años. Las pandemias han constituido una grave amenaza para la sobrevivencia humana, sus consecuencias son catastróficas –teniendo un gran impacto negativo sobre la E0– (Uribe, 2015).

Durante los siglos XVIII, XIX y XX existieron alrededor de 22 pandemias registradas (Ibáñez, 2019), destacándose las de influenza por ser las más temidas, dada su presunta alta mortalidad (Uribe, 2015). Se han producido diez pandemias de influenza en los últimos trescientos años, con anterioridad a la pandemia por el coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19). Las más cercanas se produjeron en 1957-1958 y 1968-1969, y han sido consideradas leves en comparación con la pandemia de 1918-1919 –primera pandemia global (Ibáñez, 2019), que implicó una marcada disminución en la E0 (Pinilla, et al., 2004)– (Osterholm, 2006).

Próximo al año 1600, William Shakespeare distinguía las etapas del ciclo de vida en décadas, comenzando con el niño de un año al escolar de 10 años, y finalizando en el anciano de 70 años. Cabe destacar que en esta época solo 0,3% de las personas lograban llegar a ser ancianos debido a diversos factores, entre ellos las infecciones (Pasqualini, 2014).

 

Esperanza de vida versus enfermedades

Durante la mayor parte del siglo XX fueron desconsideradas las pandemias, por el contrario, se destacaban los aumentos continuos en la Eo (Ramos Clason, 2012). A nivel mundial la Eo era de 47,0 años en el quinquenio 1950-1955 y se incrementó a 70,8 años en el quinquenio 2010-2015 la Eo. De modo que la E0 presentó una disminución en el ritmo de crecimiento entre 1950 y 2015 (Partridge y Gems, 2002; y Robine y Vaupel, 2001).

Las causas del aumento de la E0 en las últimas décadas son variadas, pero fundamentalmente pueden atribuirse a:

  • las mejoras en la salubridad e higiene,
  • la disminución de la de la desnutrición y de las enfermedades transmisibles,
  • las vacunas y los antibióticos en el marco de un representativo avance de la ciencia (Oeppen y Vaupel, 2002).

Pero al mismo tiempo, otros factores como:

  • las migraciones,
  • los cambios en las prácticas agrícolas,
  • la deforestación y el deterioro ambiental,
  • la globalización de suministros alimentarios,
  • los cambios en procesamiento de alimentos,
  • así como también el uso generalizado de antibióticos.

Han fomentado la diseminación de agentes patógenos (Buj Buj, 2006), y la resistencia de los mismos a los medicamentos más utilizados (Barnes, 2005; SENC, 2008). Destacándose cómo los cambios sociales influyen en la duración de la vida humana y de manera recíproca, el número medio de años que viven las personas influye en el tipo de políticas, las características del sistema productivo, los sistemas previsionales y en la conciliación familiar-laboral, entre otras (González, 2014). Siendo las conductas de las personas las responsables de generar el mayor impacto en la evolución de las enfermedades humanas (Barnes, 2005).

 

¿Cuánto podemos llegar a vivir a pesar de las pandemias?

La respuesta sobre la edad máxima que puede vivir una persona sigue siendo incierta hasta la actualidad.

Respecto a las últimas décadas es posible señalar ciertos límites no tan flexibles, como los provocados por los cambios ambientales que han generado modificaciones en las distribuciones geográficas de los microorganismos (González López, et al., 2009), agravados ante la reducción de los programas de prevención y el inadecuado saneamiento, generando numerosas pandemias intermitentes (Vera Bolaños, 2006; Betancourt Suárez, 2010; OPS, 2011), como:

  • la infección por el virus Nipah,
  • el síndrome respiratorio agudo severo en 2003 –SARS por sus siglas en inglés–,
  • la viruela de los simios,
  • y diferentes tipos de influenza (Miguel, 2014).

Destacándose la propagación en el año 2009 de la “influenza humana A (H1N1)”– con capacidad de contagio entre humanos y de la que se desconocía su origen geográfico (Belshe, 2009)–, por demostrar una heterogénea incidencia y mortalidad en función de factores geográficos, climáticos, sociales de hábitos y conductas de las poblaciones locales (Miller et. al., 2009).

Estas evidencias desafiaron a la comunidad científica, condicionándola a esperar que la epidemia devele su genio en la población y el virus su comportamiento clínico en las personas (Vial, 2009), pero principalmente poniendo en evidencia la poca preparación de los gobiernos para hacer frente a una prolongada enfermedad infecciosa (Osterholm, 2006), y sus incapacidades para evitar la transmisión de un virus pandémico (Vial, 2009). Estas alertas sanitarias globales implicaron un auténtico reto en los sistemas sanitarios y valiosas lecciones, que deberían haber sido de “utilidad” para articular respuestas ante la aparición del SARS-CoV-2 (o COVID-19) (Ibáñez, 2019).

 

¿Era posible predecir la última pandemia?

Existe conocimiento que entre los más de 1.500 microbios que provocan enfermedades en humanos, la influenza posee el mayor nivel de mortalidad global (Osterholm, 2006), y que además esta enfermedad contagiosa ha provocado diversas pandemias a lo largo de la historia de la humanidad (OMSA, 2006; Heffernan, 2009).

Si bien los métodos para tratar la influenza se han perfeccionado con el paso del tiempo, en términos nominales no han crecido en forma proporcional a la población. Adicionalmente, el desarrollo de los medios de transporte, y el volumen de individuos que se trasladan todos los días en relación al desplazamiento de las personas hace un siglo atrás, dan cuenta de un escenario de diseminación de la enfermedad a mayor velocidad que la distribución de una vacuna (Cervantes et al., 2010).

Con anterioridad al SARS-CoV-2 en el año 2019, diversos autores han alertado la posibilidad de la aparición de una nueva cepa del virus de la influenza, para la cual no exista defensa inmunitaria (OMSA, 2006; Heffernan, 2009).

Por ejemplo, Osterholm en el año 2006 solicitaba al mundo industrializado un proyecto internacional para producir la cantidad de vacunas necesarias para toda la población del planeta en los primeros meses de una pandemia (Osterholm, 2006). En el mismo sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial de la Salud Animal (OIE), expresaron su incertidumbre ante la próxima pandemia de influenza, el potencial nivel de eficiencia del virus en la transmisión humano-humano, la dificultad de predecir el tipo de mutación y el grado de virulencia de nuevos microorganismos sobre los seres humanos, invitando a los países a contar con la capacidad hospitalaria para poder atender una cantidad elevada de enfermos graves (Uribe, 2015, p. 92).

 

¿Hemos aprendido de las pandemias?

La pandemia por el SARS-CoV-2 a finales del 2019 dejó nuevamente al descubierto la falta de previsiones en salud pública y las exiguas las inversiones en planes de acción por parte de los países más ricos para poder proteger a la humanidad de manera equitativa ante esta amenaza mundial. Exhibiéndose diferencias entre los países en cuestiones tan imprescindibles como la importación de material sanitario básico, en el marco de una deslocalización de las empresas a nivel global (Tapia y Bouza Jerónimo, 2020).

Estas valiosas lecciones que generaron las pandemias en todo el mundo, deben servir de “utilidad” para articular respuestas ante la aparición de nuevas epidemias. La pregunta nuevamente es cuan preparados estamos para enfrentar el reto de la siguiente epidemia y su alto impacto en la disminución de la esperanza de vida de la población.




 

Bibliografía:

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  • Miguel, M. (2014). Zoonosis, epizootias, epidemias y antropozoonosis. Producción Animal; 113:3.
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Cómo citar esta publicación: Manzano, F. A. (2025). ¿Cuánto podemos vivir? Pandemias y el límite de la longevidad humana. Asociación Educar para el Desarrollo Humano. www.asociacioneducar.com/blog/cuanto-podemos-vivir-pandemias-y-el-limite-de-la-longevidad-humana

https://orcid.org/0000-0002-1513-4891
Investigador del CONICET. Doctor en Demografía (UNC). Licenciado en Economía (UBA) y Licenciado en Sociología (UBA). Ha sido autor y coautor de más de 50 artículos científicos en revistas indexadas, 3 libros y más de 15 capítulos en libros. Realiza divulgación en el canal de YouTube: “Datos y Ciencias Sociales”.